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El escenario político en Europa es algo que preocupa a los mercados, un “cisne negro” como se le llama en argot bursátil. Y el resultado de las elecciones municipales y autonómicas del domingo no pasa desapercibido.

De hecho, las elecciones generales en algún país relevante son muy seguidas y un cambio de gobierno, independientemente del color de su partido, suele estar penalizado en bolsa, al menos durante algunos días.

El motivo no es otro que el de inseguridad: al invertir en bolsa (o en deuda) se compran empresas (o se les presta dinero), así que una variación en las políticas de las administraciones podrían provocar que perdieran atractivo.

Desde luego, si unas elecciones generales inducen este efecto difuminado en el tiempo, las autonómicas del domingo no deberían tener ninguno (además no ha habido comicios en comunidades tan importantes como Catalunya, Euskadi o Andalucía), sin embargo hemos visto cómo el lunes el IBEX 35 bajó un 2%, y el martes descendió otro 0,70%.

A estas caídas pueden darse tres explicaciones: la más simple sería que se trata de un recorte tras las recuperaciones de las semanas anteriores aprovechando la coyuntura.

Otra sería que al ser festivo el lunes en las bolsas de Fráncfort, Londres y Wall Street, se distorsionó la realidad.

El tercer motivo es que realmente preocupe. Si es así, serían más relevantes las generales.

De hecho, grandes casas de inversión han advertido del riesgo que existe en caso de victoria de un partido que consideran de extrema izquierda, en cuyo caso desinvertirían.

Lo más razonable para el pequeño inversor es, por un lado esperar cómo se llegan a pactos de gobernabilidad (si no son rápidos sí se penalizaría en bolsa la incertidumbre); por otro, ver si las actuaciones de los nuevos alcaldes/presidentes tienen repercusiones negativas para los resultados empresariales, y por último, y tal vez más importante siempre, vigilar los precios de las inversiones y en caso de perforar la pérdida asumible vender (stops) o traspasar.