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Singapur es un conjunto de islas, si bien unidas por dos puentes con Malasia, con 50 años de vida como república soberana tras ser colonia británica. Con una extensión de 697 km2 alberga una población de 5,5 millones, lo que da la mayor densidad del mundo después de Mónaco. Por ello su prioridad es aumentar su territorio (ya ha ganado al mar 100 km2).

Es uno de los primeros países del mundo en cotas de competitividad, con un puerto que es el segundo mundial en carga y un aeropuerto de los más importantes del mundo. Es también conocido como un gran centro financiero y de electrónica. Su PIB per cápita es de 39 mil US$. El turismo contribuye con un 11% al PIB y la cifra de turistas es de 12 millones/año, de los que un millón acuden para tratamiento médico.

Tuve tres ocasiones de visitar Singapur, la primera en los años 70, cuando me alojé en un hotel de la agradable primera línea del paseo marítimo del puerto (Clifford Pier) y disfruté de la vista de la Marina Bay. En mi segunda visita de los años 90 intenté alojarme en el mismo hotel y no pude, ya que no existía. El viejo puerto había sido rellenado mediante una nueva barrera/dique exterior y la extensa zona seca del antiguo espacio ocupado por el espejo de agua del puerto había sido convertida parte en un lago artificial de agua dulce y parte en zona lúdica y deportiva. A partir del año 1998 los hoteles de la anterior primera línea fueron sustituidos por otros, alguno tan emblemático como el Merlion (con sus tres torres enlazadas por sus azoteas).

Cuando hoy observo la belleza de nuestro puerto de Palma desde un hotel de la fachada marítima, no puedo olvidar lo ocurrido en Singapur. Imagino que un día mis hijos tal vez verán este puerto (hoy parking saturado de barcos deportivos sin apenas uso) rellenado de tierra para ganar espacio lúdico y deportivo, siguiendo el mismo patrón de Singapur. Pero esta pesadilla se me va cuando miro la dominante silueta de la Catedral y pienso en su impagable valor emblemático como imagen turística, que seguramente obra milagros. Gracias a la Catedral se ha tenido que construir la autovía al aeropuerto separada de la muralla por el Parc de Mar, para respetar la visión de la fachada marítima. Además, cuando, por el mismo motivo, no se ha ampliado en exceso el muelle viejo, sino solo la zona de Poniente, uno puede creer que también es debido al respeto a la visión de la Catedral. Y sin embargo, al volver a casa paseando por el Paseo Marítimo tengo de nuevo aquel mismo malestar al darme cuenta de que casi no puedo ver la Catedral porque me lo impide la masa de barcos y sus mástiles amarrados, además de escuchar el agobiante ruido del tráfico rodado de vehículos, que no cesa de día ni de noche.

Finalmente, al llegar a casa y revisar fotos de la Catedral y del puerto, en antiguas postales y guías turísticas, me llega la paz y la confianza de que Mallorca no es ni será como Singapur.