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Si alguien me hubiera dicho cómo se puede gestionar la inteligencia emocional en el momento más trascendental de nuestra vida como es la muerte, solo hubiera podido hablar desde el estudio, de oídas, pero no desde el conocimiento de haberlo vivido junto a alguien que sencillamente puedo describir de valiente, luchadora, entusiasta, pasional y un sinfín de cualidades.

Han pasado ya 3 años y medio desde que le diagnosticaron la enfermedad que finalmente se la ha llevado, pero ha luchado hasta el final, se ha entregado durante este tiempo a la vida con todo el entusiasmo y como si todo estuviera igual, con la diferencia que debía combinarlo con la terapia, médicos etc., pero no por ello dejó de hacer las cosas que tanto le gustaban, de viajar, de disfrutar de su nieto, de su familia y de sus amigos.

Estuve conversando con Pilar a lo largo de estos años en muchas ocasiones y siempre me decía la cantidad de cosas que tenía por hacer y siempre que sus fuerzas se lo permitían las hacía, nunca se dejó amedrentar, si tuvo miedo lo supo disimular, sabía que tenía que irse. “Espero paciente mirando el mar desde la terraza de casa, me aburro”, decía. Así era ella.

Solo 5 días antes de que nos dejara pude charlar con ella durante casi dos horas hasta que el cansancio le pudo. Aun así, se despidió diciéndome: “Xisca, cuídate mucho y sobre todo cuida de Carlos, pero no te preocupes que nos volveremos a ver”.
Las sorpresas aún no habían acabado con Pilar. La madrugada de viernes a sábado, con mucha resistencia pues se aferraba a la vida, aunque estaba preparada para irse, estaba con una paz interior fuera de lo habitual, de lo que yo he podido ver en nadie, se marchó.

Como os decía, aún quedaban sorpresas. Había decidido que quería seguir dejándonos huella y así lo hizo.

Ella misma organizó su despedida durante los meses previos, organizó una fiesta extraordinaria, parecía que en cualquier momento tenía que aparecer delante de todos nosotros. La merienda, el cava, el brindis, las fotos, el vídeo de su vida, su presencia se hacía notar constantemente. Hasta la música la escogió para que fuera completo. Fue algo elegante, distinguido, estiloso, refinado, como era ella. Parecía como si estuviera en el cuarto de al lado dirigiendo.

“Me alegra mucho esta compañía, aunque me gustaría más estar con vosotros en otra ‘fiesta’. No os apenéis por mí, seguro que donde quiera que esté, estaré bien. Alzad la copa y brindad por vuestra salud. No os olvidéis que os quiero a todos”.

Estas son algunas de las muchas cosas que decía su carta, todas alegres y de agradecimiento. Pensad si el título de este artículo hace justicia al contenido. Esto es inteligencia emocional. No pudo cambiar las cosas, pero sí pudo hacer que fueran más fáciles, menos dramáticas para todos, sabiendo gestionar el momento más trascendental de una persona, supo gestionar hasta el último minuto. Es aquí donde tenemos la elección y es solo nuestra, la de ser capaces de gestionar para que resulte más fácil, cooperar con lo inevitable o esperar malhumorados, siendo desdichados y haciendo desdichados a los demás. Cada uno de nosotros elegimos cómo queremos gestionar nuestras emociones.

Lección de vida para los que estuvimos cerca.
Se marchó Pilar, pero coincido con su familia en que ha nacido un MITO.