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Desde hace mucho tiempo algunos políticos despreparados y no pocos periodistas desinformados vienen pregonando que en España hay que terminar con el turismo de masas y fomentar otro de más calidad, con mayor gasto, que busque motivaciones alejadas del sol y playa y que proceda de mercados emergentes, léase China, la India, etc.

Por turismo de masas entienden el que, tradicionalmente gestionando por touroperadores, se dirige a nuestros destinos costeros en busca del sol que no tienen en sus lugares de origen. Son los procedentes los de los países más ricos de Europa.
Por contraposición el turismo de calidad se dirige, según esta versión, hacia las ciudades, en busca de cultura, gastronomía y autenticidad.

Se daba por supuesto que la capacidad de carga del primero estaba saturada, masificada, mientras que había un amplio espacio para el crecimiento en el segundo.

Y de repente la realidad ha venido a romper los esquemas de despreparados y desinformados. El gran crecimiento, en números de turistas, que no en gasto por persona, que ha tenido lugar en estos últimos años en los destinos tradicionales, procedentes precisamente de los mercados europeos, ha sido gestionado con notable eficiencia por el sistema. Y lo mismo ocurrirá en este año en el que de nuevo se sobrepasarán todas las cifras históricas. No hay quejas, ni de los turistas ni de los habitantes de los destinos costeros.

Sin embargo en esos destinos culturales en los que debía de basarse el futuro, las cosas no han salido tan bien como era de esperar. Está claro que el ejemplo más conocido es el de Barcelona ciudad que está sufriendo de éxito y en la que la oposición a cierto tipo de turismo ha ayudado a conducir a la alcaldía a una persona poco partidaria esta actividad. El enfrentamiento entre la población local y algunos turistas no ha hecho más que empezar. Los primeros brotes de protesta ciudadana también han aparecido en Palma.

Dentro de unos años lo más probable es que algo parecido ocurra en Málaga y quizás Valencia. Bien harían esas exitosas ciudades en estudiar cuál es su capacidad real de carga, para prevenir situaciones difíciles de gestionar, generadas por un éxito rápido y posiblemente inesperado.

Basta con echar una ojeada al exterior para comprobar la tremenda situación de Venecia, casi sin población local, convertida en un parque de atracciones, y que además de las tasas hoteleras cobra a los turistas otras ocultas, como el caro billete del ‘vaporetto'.

Ámsterdam se ha unido al grupo de destinos que planean controlar el exceso de visitantes, como ya lo ha hecho la comarca de Le cinque terre en la costa de Liguria o algunos museos como Los Ufficci de Florencia.

Esta insospechada consecuencia de los vuelos de bajo coste hace que nos tengamos que plantear la utilización del lenguaje. Ahora el turismo de masas es el que va a ciertos destinos teóricamente culturales.