El agroturismo Ca na Xini es un boutique hotel de ocho habitaciones solo para adultos. | Josep Bagur Gomila

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En los placeres del comer, del beber y del dormir, el hotel rural de Ca na Xini ha conseguido cerrar el círculo de experiencias para el viajero, después de casi cincuenta años años de laboriosa y exquisita dedicación de la familia Casals. La bodega, la quesería, el jardín de las esculturas, el museo del queso, el restaurante y las ocho habitaciones minimalistas de este agroturismo situado al norte de Ferreries hacen de Hort de San Patrici un destino sin igual en Menorca donde el enoturismo, la gastronomía y el descanso forman un triángulo perfecto.

Hort de San Patrici nació como idea para hacer las llamadas barbacoas en el campo de los años 1970, cuando José Casals, junto con Estelrich y Benito Campos, decidieron comprar una finca de 8,2 hectáreas al norte del municipio de Ferreries. Esta idea no llegó a materializarse y posteriormente, Juan Casals decidió comprar la parte de la propiedad a los dos socios de su tío para levantar una explotación agrícola ganadera que pudiera proveer a los hoteles del Grupo Galdana con productos frescos.

KILÓMETRO CERO. “Esta idea de los productos kilómetro cero y trazabilidad que ahora está tan de moda, mi abuelo la puso en práctica a principios de los años 80, e incluso pensó en la granja como visita turística para los huéspedes”, explica David Casals, actual propietario y tercera generación. Se instalaron seis mil metros cuadrados de invernáculos para producir hortalizas, montaron una granja de ciclo cerrado para cerdos, gallinas, terneras, vacas, además de producir leche y queso.

“El posterior salto a la política de mi abuelo Juan Casals como diputado provocó que mi padre tomase las riendas”, detalla David Casals. La entrada de España en el mercado común generó una pérdida generalizada de competitividad y los nuevos gestores de los hoteles hicieron abandonar la idea del producto de temporada. “Se decidió cerrar las granjas pero se mantuvieron las vacas con las que llegamos incluso a hacer trasplantes de embriones para mejorar las producciones. También innovamos energéticamente con la creación de la primera planta de biogás de Menorca”, matiza el padre de David, Joan Casals.

El establecimiento de cuotas lecheras por países les acabó empujando a abandonar definitivamente la producción masiva de leche y prefirieron centrarse en la quesería, que habían iniciado en 1985. “La comercialización de queso fresco en Menorca se hacía en colmados y pequeñas tiendas pero a través de un distribuidor, pudimos exportar nuestro queso a Estados Unidos y Europa en los años 1990”, comenta Joan Casals.

Sus ganas de emprender les animó en el año 2000 a abrir el único museo dedicado al mundo del queso que existe en la isla. “Pensamos en un espacio diáfano al lado de nuestra quesería, en el que se pudiera observar de cerca el pasado y el presente de los métodos de producción y elaboración”, explica Joan Casals. Hoy en día reciben unas 25.000 visitas al año, pero hay muchos menorquines que ni siquiera lo conocen.

VINO Y ENOTURISMO. En paralelo a la apertura del museo del queso, la familia Casals decidió poner la semilla de su futuro proyecto de enoturismo al plantar las primeras cepas dentro de la finca. Un proyecto que no vio la luz hasta seis años más tarde, ya que la primera cosecha de 2005 no se quiso comercializar porque no tenía la calidad suficiente.
“Plantamos las variedades que se permitían en Menorca, en una extensión de 1,9 hectáreas y pudimos producir entre siete y ocho mil botellas bajo el nombre comercial de Hort. Produjimos también un monovarietal de merlot llamado Hort Merlot y un ensamblaje de Cabernet y Merlot que bautizamos como Hort Cupatge”, explica David. “En 2007 decidimos sacar al mercado un rosado al que mi padre quiso denominar Cayetana como homenaje a mi primera hija y su primera nieta. Este año nos hemos estrenado con un vino blanco que está teniendo muy buena aceptación entre el mercado francés”, añade.

Unos vinos que no solo han tenido el reconocimiento del consumidor sino que también han conseguido medalla de oro en la prestigiosa International Wine Challenge Catavinum celebrada en Vitoria y el Concours Mondial de Bruxelles celebrado en Bruselas ante más de 200 catadores.

La decisión de hacer una bodega propia en el año 2006 fue propicia para poner en marcha la remodelación de la finca de Ca na Xini (que no se había llevado a cabo hasta la fecha por trabas burocráticas), con el objetivo de hacer un agroturismo y empezar a conformar una experiencia enoturística para el visitante.

Dos años más tarde nacía este hotel rural de ocho habitaciones para cuyo diseño interior se decidió optar por un estilo minimalista en tonos blancos, que nada tiene que ver con el ambiente rural que rodea la finca de Hort de Sant Patrici. “No queríamos apelar al pasado ni a la tradición sino que recurrimos, sin saberlo, a un estilo de tienda Apple”, comenta David. En 2015 pudieron obtener los permisos para abrir el restaurante del agroturismo al público y ficharon a un experimentado chef para que capitanease el proyecto. “La propuesta era tratar bien el producto pero con un toque de creatividad, siempre fusionando pero contando con los productos de nuestro huerto y nuestro entorno”, añade.

La propuesta de enoturismo permite conocer de cerca la bodega de autor de la familia Casals, catar sus vinos y acompañarlos de otras experiencias como la vinoterapia. En la gastrotienda, además de quesos, confituras de tomate o mermeladas de blanco o tinto, también hay espacio para encontrar el aceite de oliva virgen extra que también producen en Sant Patrici y que supone otro aliciente más a este universo de grandes tesoros de cosecha propia.

ARTE Y ESCULTURA. En el paseo por los alrededores de Hort de San Patrici no pasa desapercibida una serie de esculturas esculpidas en mármol de Carrara que son el producto de un simposio que la familia Casals promovió en su finca en 2003 para conmemorar el décimo aniversario de la proclamación de Menorca como Reserva de la Biosfera.

Una iniciativa en la que invitaron a diez escultores de fuera de la isla para que diesen forma a su arte y su talento. “Fue un proyecto complejo y muy costoso pero que quisimos llevar a cabo como ejemplo de nuestra implicación con el territorio, en el que prácticamente no obtuvimos ayuda ni acompañamiento de las administraciones públicas. Aun así, el resultado se puede contemplar en nuestro jardín de las esculturas, en el que participamos tres generaciones de la familia Casals”, concluye orgulloso David.