Con una facturación de 2,3 millones de euros y una plantilla de ocho personas, las sucesivas generaciones han sabido liderar este camino a través de las turbulencias del sector de la construcción y hablar hoy en día de Landino es hacerlo de una boutique de azulejos de más de mil metros cuadrados de exposición y más de cuatro mil de almacén en Maó.
ORÍGENES. Las dificultades en plena posguerra para conseguir materiales de construcción en nuestro país ofrecieron la oportunidad a Miguel Landino y Vicente Marí de abrir un almacén en la calle Comercio de Maó. Terminada la guerra, los dos socios tenían un empresa de desguace de barcos que funcionaba desde 1920 pero decidieron abrir este segundo negocio en un momento nada fácil, en el que además de la escasez, existían complicaciones a nivel logístico. “Hay que imaginarse las dificultades que suponían el transporte y manipulación que se vivía en aquel tiempo (carga y descarga de veleros manualmente en el Moll de Ponent), traslado en carros hasta el almacén y otra vez descarga manual, saco a saco”, explica Guillermo Pons Landino, cuarta generación y actual gerente. “Hoy lo vemos todo desde una carretilla elevadora pero hace más de setenta y cinco años revestía una gran dureza”, añade.
Sin embargo supieron hacer frente y fueron creciendo paulatinamente hasta que el almacén se quedó pequeño y optaron por trasladarse al polígono industrial de Maó. “Fuimos uno de los primeros en venir hasta el polígono y de hecho estamos en la primera nave que se construyó a principios de los años 1970”, comenta el gerente. Decidieron crear la sociedad anónima Landino Berman S.A. encabeza por el entonces el abuelo del actual gerente, Agustín Landino Berman, y su socio Narcís Tudurí Marí. En la década de los años setenta también abrieron un punto de venta para baño en pleno centro de Maó pero acabaron cerrándolo a los pocos años, cuando vieron que era necesaria una transformación de su concepto de almacén en tienda.
EVOLUCIÓN. Una de las palancas de su evolución como empresa fue el hecho de convertirse en 1960 en distribuidores oficiales de la marca Roca para toda Menorca. Un relación estrecha de fidelidad que han seguido manteniendo al lado de la firma catalana líder mundial en sanitarios y en la que siguen confiando.
Landino supo capitalizar el boom de la construcción en Menorca. La edificación de las distintas urbanizaciones lo fueron convirtiendo en almacén de referencia para los profesionales pero la progresiva transformación les llevó a enfocarlo como tienda y exposición. En este sentido, uno de sus efectos fue la creación de una división comercial enfocada para poder proveer a hoteles.
Otro ejemplo significativo de su transformación ha sido la evolución del material para el suelo. “De solera de cemento a baldosas hidráulicas, de espesores de dos centímetros a gres cada vez de mayor formato y con un gran variedad de diseños, coloridos y formas”, explica el gerente actual. Guillermo Pons se incorporó al frente hace quince años aunque mientras estudiaba la carrera de Empresariales en Madrid aprovechaba sus veranos para trabajar en el almacén e ir conociendo poco a poco el negocio familiar. “El principal objetivo de la empresa siempre fue el mismo y así me lo transmitieron: ofrecer un buen servicio, con productos de alta calidad a un precio razonable, creando un lazo de amistad con el cliente para que nos confiara sus futuras compras”, comenta.
En este sentido Landino ha querido siempre mantener en lo posible productos artesanales, además de la gran variedad de suelos y azulejos de rabiosa actualidad de maderas y piedras en gres porcelánico.
AMPLIACIÓN. Hace diez años decidieron ampliar la tienda, dedicando más de 500 metros cuadrados a la exposición de griferías, cerámicas, sanitarios y muebles y accesorios de baño de última generación, incorporando también una nueva sección de ferretería y bricolaje para poder responder a las exigencias del mercado. El hecho de haberse especializado en suministrar producto de construcción para pequeñas reformas les ayudó a padecer un poco menos la severa crisis del sector de la construcción y desde 2012 han podido volver a crecer en facturación.
Cada año procuran hacer algún tipo de inversión en modernización de la tienda para no dejar de actualizarse y estar siempre a la última. “De los cinco mil metros cuadrados de nave, mil están dedicados a exposición y cuatro mil a almacén”, comenta. Su especialización en grifería y baño les ha hecho crear una división de montaje para mamparas de baño, uno de los accesorios más delicados. “El mundo del baño ha cambiado mucho, con diseños innovadores y materiales que permiten un acabado a medida con formatos cada vez más sofisticados. Procuramos estar al lado del cliente, aportando ideas, facilitando opciones, desarrollando nuestra creatividad. Practicamente cada año asistimos a las ferias de Construmat y Cevisama para estar al día y conocer las últimas novedades del sector”, añade Guillermo Pons.
El futuro de Landino no pasa por crecer fuera de Maó sino por tener una estabilidad que les permita seguir siendo líderes.
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