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Hablar de desigualdad, de su evolución o sus causas, sin caer en demagogia o sesgo es prácticamente imposible. Siempre habrá el que piense que la igualdad absoluta es algo deseable y es algo que me horroriza.
Se pueden matizar muchas cosas pero hay algunas cuestiones clave, de las desigualdades en España, que un informe de Rafael Doménech para el BBVA Research señala muy acertadamente. Una de ellas es que la desigualdad en la riqueza es menor que en otras economías avanzadas; que los problemas de las desigualdad en España no los causa el 1% más rico; que gran parte de la desigualdad se explica por el fracaso escolar y el 80% por la falta de empleo; que el estado de bienestar amortigua el efecto del desempleo sobre la desigualdad, pero no en todos los casos; y que existe una menor igualdad de oportunidades (si naces pobre mueres pobre) que en otros países avanzados.

Siguiendo el mismo informe se evidencia que han aumentado las desigualdades por la caída de los ingresos del 40% de ciudadanos, de menor renta, aunque por otro lado -no cantéis victoria los más agoreros- España, como he señalado, es uno de los países con índices más bajos de desigualdad.

Las desigualdades no se palían con más reparto de fondos de forma indiscriminada. Muchas transferencias que se obtienen de la solidaridad de comunidades como la nuestra -hay que decirlo- no van a los más necesitados sino a personas que ya tienen un determinado nivel adquisitivo (fondos para la agricultura que benefician a grandes terratenientes, por ejemplo). Al final, en un gran número de casos, los fondos de las clases altas de una comunidades van a clases altas de otras, sin cumplir, por tanto, su función compensadora.

Esto ocurre porque cuando el dinero llega fácil, sin el coste político de “estrujar” a los ciudadanos de tu comunidad, también se va fácil. Es decir, hay un menor control fiscalizador y un gran incentivo para alimentar tu red clientelar. También, y esto ya es en general, se corre el riesgo de que un aumento de la fiscalidad desincentive el esfuerzo si, por otro lado, no se refuerza la transparencia y el rigor en el gasto.