Una cita que en palabras de Borja Matoses valió mucho la pena por el baño de realismo que recibieron los futuros cocineros al saber que el que hoy se considera un chef de reputación mundial empezó hace treinta años trabajando en un pequeño bar familiar, que las cosas no le habían llegado por casualidad y que los atajos en el mundo de la cocina no eran nada buenos.
Mensajes clave para todos ellos ante un momento en el que los cocineros nos parecen estrellas del rock y la afición por la gastronomía alimenta hobbies desde edades cada vez más tempranas. Este miércoles se daban a conocer las nuevas estrellas Michelin y el nombre de Menorca no estaba todavía entre los tocados por el firmamento, aunque la apuesta del crítico gastronómico es que en menos de cinco años nos caerá alguna.
Mientras tanto, para poder corresponder como isla al momento que estamos viviendo, también debemos ser conscientes de nuestras carencias y recordar la reivindicación del sector hotelero en reclamar una escuela de formación para los que necesitan reciclarse o para los que provienen de otros sectores y se incorporan al mercado laboral turístico.
Cuando a principios de año se dio a conocer que el Consell d'Eivissa y el Govern firmaban un protocolo de intenciones para instalar una delegación en las Pitiüses de la Escuela de Hostelería de Balears, la noticia cayó como un jarro de agua fría en Menorca, al devolver a la actualidad una de las históricas reivindicaciones de poder tener una sede propia. Hablamos de ello en estas mismas páginas, en un artículo en el que la patronal hotelera menorquina se mostraba poco optimista ante la solución y en la que el propio Consell se ofrecía de mediador entre Ashome y Govern.
Desde entonces no he vuelto a oír hablar del tema, como también desconozco si todavía se sigue enseñando a hacer el postre pijama que todavía sirven en algunos establecimientos. Y es que para conseguir la estrella soñada, además de excelentes cocineros, harán falta excelentes personas en sala que estén a la misma altura, por ejemplo.