Licenciado en Química, Pere Vilanova fundó Comercial Tecninca en 1988 con su socio José Manuel Valle Muñoz, aunque años después adquirió el 100% de la empresa. En pleno auge del sector zapatero en Inca, se dedicaron a fabricar productos químicos y acabados para los zapatos y complementos hechos de materiales sintéticos, sobre todo topes y contrafuertes, de los que tienen cientos de moldes.
Tras unos años en alquiler, en 2001 compraron la nave que ocupan actualmente. Durante un tiempo trabajó en la empresa su esposa Antònia Maria Bennàsar, fallecida en 2011, y la empresa llegó a contar con seis trabajadores. Sin embargo, tras el cierre o la deslocalización de numerosas fábricas de la comarca, la actividad decayó y Pere Vilanova continúa solo al frente del negocio. Desde 2012 incorporó además la distribución en exclusiva del adhesivo de la marca Insoco, utilizado por tapiceros, reparadores de calzado y también en la industria náutica.
Ahora que se jubila de manera parcial, su hijo Eduard, economista de profesión, continuará al frente de la empresa familiar. “Jubilarme tiene una parte positiva y otra negativa. De momento me he acogido a la jubilación parcial y seguiré atendiendo a los clientes mientras el cuerpo aguante. A todos nos gustaría que el negocio que hemos levantado tuviera continuidad”, explica.
Por su parte, Eduard explica que asumirá la gerencia del negocio y en un futuro buscará a una persona externa para que asuma el trabajo del día a día con la idea de que el negocio familiar siga adelante.
Vilanova ha vivido el auge y la decadencia del sector del calzado en el Raiguer, del que cuenta una de las anécdotas más especiales: “En una ocasión Antoni Socías de Camper me pidió que creara un ambientador con olor de ensaimada para la inauguración de una tienda en Barcelona, y lo conseguimos”.
“Inca es un Detroit en pequeño”, asegura Vilanova, ya que la ciudad y los municipios de alrededor han estado muy vinculados a la industria del calzado y de la piel. “La Mallorca de los 70 era idílica. Teníamos la agricultura de Muro y sa Pobla; en la comarca de Inca, la industria de la piel, con zapatos, prendas y marroquinería; en Manacor, los muebles y las perlas; en Campos, la indústria láctea; en Felanitx, la fábrica de piensos... Y de todo esto, ¿qué queda?”, se pregunta, añadiendo que “la industria genera servicios, pero los servicios no generan industria”.
Lotusse, Ballco, Yanko, Carmina Albadalejo, Bestard, Calçats Miquel o Calçats Comas son algunas de las fábricas mencionadas por Vilanova que todavía quedan en la comarca, tras el cierre o la deslocalización de numerosas fábricas. Pese a todo, Vilanova es optimista: “Creo que las empresas que todavía existen en Mallorca y Menorca aguantarán porque tienen tiendas propias y una gran notoriedad de marca”, concluye.