Apreciados lectores: De un tiempo a esta parte las veleidades de la fortuna parecen no sonreír al honrado ciudadano castigado por una ingestión de un desgobierno de políticos corruptos y perversos que parecen arrastar el país al abismo y al caos. El astuto canciller de Prusia Otto von Bismark se refería a España como “un país muy poderoso, puesto que los españoles llevan siglos intentando acabar con él y todavía no lo han logrado”.
La crispación generalizada es palpable en el aire. La gente cada vez sonríe menos, porque hay pocos motivos para sonreír. En un pasado reciente tuvimos que rescatar a unas cajas de ahorros malvadas convertidas en bancos que nos esquilmaron durante largos años. Padecimos una crisis titánica que se lo llevó casi todo por delante: empleos, hogares, empresas; y la dignidad humana. Con la excusa de la recesión, la justicia laboral y social se fue de vacaciones permanentes puesto que todavía no ha regresado.
Y cuando por fin los datos económicos —que no la economía real de a pie— parecen remontar los antaños tiempos convulsos, gobernantes de distintas factorías se las apañan para organizar una conjura cainita y fracturar el país. Para colmo, el lodo de la corrupción arrastra el partido hasta ahora en el poder que lo deslegitima para gobernar; no pueden representar al pueblo, e incluso la moción de censura no augura victoria para nuestra España y se revuelca la economía otra vez.
Los ciudadanos de este país hace tiempo que han finiquitado la confianza en sus gobernantes: las encuestas y las manifestaciones (de la calle) lo reiteran a diario. Pero hay algo todavía peor: muchos ya no creen en la justicia. La justicia es —o debiera ser— el último bastión de cualquier estado de derecho en el cual todos sus súbditos son —o debieran ser—iguales.
La gente no entiende que en el deplorable “caso de la manada” el Ministro de Justicia se meta por en medio a hacer de “trilero”. Tampoco entiende cómo asesinos y violadores fueron puestos en libertad (De Juana Chaos: 25 asesinatos, 18 años de prisión cumplidos) mientras el Sr. Correa ha sido condenado a más de 51 años de prisión como artífice de la Trama Gürtel (a pesar de la gravedad del asunto no hay indicio de víctimas mortales ni violaciones, hablamos de delincuencia económica).
Valtonic merece una reprimenda o sanción por las ofensivas y repelentes letras de sus canciones, pero resulta desproporcionado que se le impongan tres años y medio de cárcel; o que se acepte una querella criminal contra el polémico actor Willy Toledo por cagarse en Dios y la Virgen.
De la misma manera que muchos ciudadanos tampoco entienden cómo doña Cristina de Borbón y Grecia se salió de rositas mientras la esposa de Luis Bárcenas ha sido condenada a 15 años de cárcel en una situación igual de comprometida. Y cómo el “exduque”, tras ser condenado a más de seis años, no se le impone ninguna medida cautelar y fija residencia en Suiza donde se le permite viajar por los mundos haciendo negocietes.
Son solo algunos ejemplos de esta justicia arbitraria que la gente del pueblo, es decir el ciudadano de a pie que creía o debería creer en la justicia, no entiende.
No soplan buenos vientos para la gente de bien. Como escribió Nietzsche en su Zaratrusta: “Guardaos de escupir contra el viento”.