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Hace ahora 10 años, cuando se produjo el hundimiento de Lehman Brothers y se sucedían otras señales de alarma, todavía no sabía que se estaba fraguando la mayor crisis económica de nuestra época. Ni tampoco que me tocaría vivir sus momentos más álgidos ocupando un cargo relevante en el Govern. Una experiencia dura, en la que los días lúgubres se sucedían sin casi un atisbo de esperanza.

La lectura de las teorías económicas clásicas y los relatos de algunas crisis del pasado marcaban un camino a seguir. Pero esos textos no suelen describir el sufrimiento, el malestar y la desesperanza por la que muchos pasan. Algunos, además, defraudados por un estado del bienestar que prometía una protección que era incapaz de materializar.

Ahora, con la perspectiva del tiempo, puedo compartir algunas de las ideas que me formé. Quizás la principal es la gran importancia que tiene para nuestra Comunitat estar inserta en España y, a través de ella, en la UE del euro. Pues es la primera vez que hemos salido de una durísima crisis realizando reformas económicas importantes en vez de recurrir a la devaluación monetaria y la inflación.

Este hecho nos sitúa en una posición más robusta. Ahora, a pesar de que hayan quedado tareas pendientes, estamos mucho más cerca de los estándares propios de los países más avanzados y competitivos. Desde entonces pienso que son las crisis y las instancias superiores las principales fuerzas que permiten romper con la tendencia al empobrecedor statu quo.

Esas reformas consisten, básicamente, en reducir o eliminar las barreras entre los diferentes sectores con la finalidad de que los recursos económicos puedan pasar de unos a otros, buscando su mejor empleo alternativo. Una mejora asignativa que siempre produce un importante crecimiento económico, llena las arcas gubernamentales reequilibrando sus presupuestos, y conlleva un incremento de la competitividad que mejora los salarios.

Soy de la opinión de que el impulso reformista de la Unión Europea, a pesar de su enorme burocracia, ha sido un éxito desde el momento que ningún país ha tenido que abandonar el euro. España, por su parte, no dejó que cayera ninguna comunidad ni ningún ayuntamiento. Pienso que lo que le faltó a ese proceso reformista era una narrativa épica que consiguiera ilusionar con muchas de las mejoras que después se han producido.

Pues la tendencia natural de la sociedad no es la libre empresa y la competencia sin privilegios, sino las barreras de entrada disfrazadas con espurios argumentos chauvinistas, sociales, de seguridad o medioambientales que se tienen que contrarrestar no solo con argumentos lógicos y coherentes sino también con argumentos emocionales e incluso pasionales. En definitiva, estos años me han mostrado la importancia económica de España y de la UE y, por tanto, deberíamos cuidar sus símbolos y valores sentimentales.