Que el colofón a muchos debates formales e informales, charlas de ámbito público o privado y artículos de opinión en torno a la economía balear concluyan en que la gran asignatura pendiente de esta Comunitat sea la implantación de un nuevo modelo económico y productivo es tanto como decir que vamos a cambiar el mundo, y por tanto, no deja de ser un brindis al sol o una mera proclama vacía de contenido ya que en la inmensa mayoría de los casos no se presenta acompañada de ninguna medida plausible y/o implementable que pudiera materializar o vislumbrar ese ansiado nuevo modelo.
No se debe culpar a nadie por hacer estas proclamas, todos los que vivimos en las Islas lo hemos hecho en algún momento, o hemos necesitado expresarlo, especialmente cuando sentimos en ciertos momentos el peso inevitable de la intensidad turística que nos rodea, cansados ya de oír datos como el de que vamos bajando año tras año nuestra renta per cápita o nuestra competitividad debido precisamente a esa redundancia turística.
Hay quien prefiere usar el verbo diversificar para referirse a ese cambio de modelo, pero no se trata de diversificar por diversificar ya que esa diversificación pretendida conlleva en la mayoría de los casos la potenciación de actividades o desarrollos complementarios e inherentes al turismo del cual, paradójicamente, se pretende escapar, y que al fin y al cabo acaban por reforzarlo y ponerlo aún en más valor.
Es el caso de las empresas del sector tecnológico radicadas en Baleares que desarrollan software turístico en todas sus variantes o del sector de la construcción, que basa su actividad en la reforma hotelera o en la edificación de viviendas que den cobijo a nuevos residentes que trabajan directa o indirectamente para el sector turístico.
Con ello no quiero decir que esta retroalimentación no sea buena, ni mucho menos. Se trata de una complementariedad necesaria y positiva. Además, quien más quien menos pondría el grito en el cielo si la diversificación pretendida pasara por el desarrollo, pongamos por caso extremo, de actividades siderúrgicas o de extracción minera intensiva, máxime en un territorio limitado y tan preciado como el nuestro.
El cambio de modelo no puede asociarse a un cambio de rumbo brusco ya que ello desencadenaría una convulsión que dejaría una economía tiritando y despidos masivos a todos los niveles porque, no nos engañemos, el turismo necesita, para mal o para bien, de mucha mano de obra, y la industria y la tecnología no necesitan tantos.
Es por ello que el modelo actual necesita, más que de un cambio profundo, de un reajuste que pasa necesariamente por continuar introduciendo parámetros de sostenibilidad y de inteligencia turística a todos los niveles (desarrollo de promoción turística digital, marketing y accesibilidad universal online, captura y disponibilidad de datos) tanto en iniciativas públicas como privadas que nos encaucen hacia un mayor valor cualitativo de nuestro producto y territorio y que consecuentemente nos llevarán hacia un escenario de decrecimiento sostenible que atenúe y matice de manera progresiva la intensidad a la que estamos sometidos.
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