Parece que no será necesario esperar a la temida «segunda oleada» de octubre y que, con el incremento de contagios, durante los próximos días nos enfrentaremos al primer gran test para la economía y los mercados. | Banca March

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Tras varias semanas de prometedora desescalada del gran confinamiento, comienzan a aparecer rebrotes de coronavirus. En algunos estados de Norteamérica, como Florida y Arizona, los contagios han aumentado un 80 % en el último mes, en Texas un 50 % y en California un 22 %. En Alemania se ha descubierto un foco en un matadero y en Pekín, aunque los «datos oficiales» apuntan a menos de 200 contagios, sorprende la drástica decisión de regresar a la fase II, cerrar escuelas y restringir movimientos hacia fuera de la ciudad. Después de los duros momentos vividos, es normal que nos sobresaltemos con cada señal de alarma. Máxime, cuando la pesadilla, que ha matado a más de 450.000 personas, se inició en Wuhan, un lugar del que ni habíamos oído hablar.

Parece que no será necesario esperar a la temida «segunda oleada» de octubre y que, con el incremento de contagios, durante los próximos días nos enfrentaremos al primer gran test para la economía y los mercados. Mientras que en los países que ya habían desescalado comienzan los rebrotes, conviene no olvidar que el virus ha permanecido en algunos emergentes, que todavía no han sido capaces de controlarlo: Brasil –con una situación agravada por la mala gestión de su gobierno, que ha ocasionado la segunda mayor mortalidad del mundo–, la India, por sus pobres condiciones sanitarias y elevada densidad de población, México, Chile, Paquistán…

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Aunque no se debe volver a menospreciar la capacidad de propagación de este coronavirus, causante de la mayor contracción económica desde hace casi un siglo, ¿es razonable pensar que la reapertura se producirá sin rebrotes?

No, ya que, indudablemente, la mayor capacidad de movimiento y de interacción entre humanos siempre aumentará la posibilidad de contagiarse. De todas formas, los mecanismos de prevención y medios para combatirlo ahora son mejores. Se ha aprendido mucho, el virus ya no nos coge desprevenidos. Tratamientos como la dexametasona –anunciado esta semana– ayudarán en la lucha contra la enfermedad mientras llega la vacuna, limitando los rebrotes y propiciando que las nuevas medidas de aislamiento sean muy específicas y únicamente centradas en los focos de rebrote. Adicionalmente, hay que tener en cuenta que los test que ahora se practican han aumentado significativamente: en el último mes, un 40 % en Florida y California, y hasta un 150 % en Arizona, por lo que, por más controlado que esté el virus, siempre incrementa los «contagiados oficiales».

Tras el fuerte rebote de las bolsas de las últimas semanas, llega el primer test del coronavirus. Puede parecer que los mercados descuentan una recuperación en «V» de la economía que difícilmente se va a producir, pero no es del todo cierto: las subidas se han centrado únicamente en tecnología y salud y, el resto de sectores cíclicos, han quedado olvidados. Además, los estímulos monetarios y fiscales sin precedentes limitarán las caídas. Aprovechemos la volatilidad que producirá el primer test para volver a cargar bolsa y crédito. Durará poco y hay que continuar invertido de cara al nuevo ciclo que está a punto de comenzar.