Estos días del verano de 2021, entre otras cosas, me he dedicado a leer unos interesantes artículos que han sido publicados bajo el título de Los mayores fiascos empresariales de la democracia española, en un diario de tirada nacional. Todos estos fiascos se caracterizan por la falta de ética empresarial, la existencia de corrupción y de fraudes. Desde Abengoa, Pescanova … -¿cómo puede esto ocurrir en empresas cotizadas?- hasta Banca Catalana, Banesto o Bankia -¿cómo se ha podido llevar una actividad empresarial bancaria tanto tiempo sin respetar las reglas del juego?-.
Llevamos ya muchos años en que los casos de corrupción y fraude en el mundo empresarial están continuamente en la primera línea de los medios informativos. La actual percepción de la corrupción y del fraude como problemas muy graves en nuestra sociedad, lleva asociada la identificación de estos como obstáculos para alcanzar un mayor y mejor desarrollo económico y social. Paralelamente a esta situación se han incrementado los debates sobre integridad, transparencia, ética empresarial… los cuales también están de actualidad.
Los problemas de corrupción, escándalos, etc. se basan en comportamientos que priorizan valores no éticos (explícitos o implícitos en la organización). Es importante no solo maximizar el beneficio sino también la forma de obtenerlo. Cada vez más la presión social y la consciencia social están ejerciendo un papel muy importante a la hora de poner fin a las actuaciones empresariales caracterizadas por un ánimo desmedido de lucro y la regla del todo vale en los negocios (especulación, presión a los empleados, falta de calidad de los productos, problemas medioambientales, etc.). La ética y la forma en que se hace negocio y empresa pasa a tener un papel cada vez más importante en cualquier organización empresarial.
Otro aspecto inaceptable en nuestra sociedad es que hay casos en que se puede ser corrupto y poco ético sin ser ilegal. ¿Cómo es que en determinadas empresas -previa a su intervención por su delicada situación patrimonial o a su declaración de concurso- directivos o administradores han “vaciado” su patrimonio vía suculentas indemnizaciones, planes de pensiones, bonus….? Es fácil considerar que eran conductas no éticas pero se aprobaban, es decir, eran legales. Increíble pero cierto.
Aquellas empresas y negocios que avancen más en lo relacionados con el comportamiento ético (es decir, con la gestión de la ética corporativa, la gestión de los riesgos, la aplicación de recomendaciones de buen gobierno y la transparencia empresarial) serán los mejor preparados para afrontar el nuevo marco regulatorio donde se van a desarrollar. Todos estos aspectos mencionados son la base para el desarrollo de una estrategia de responsabilidad social corporativa con éxito.
Y ya está demostrado que quien considera que todo estos temas no son una cortina de humo para quedar bien ante los grupos de interés, sino que forman parte de su gestión empresarial, puede evidenciar que son temas que generan valor a sus empresas.
Por tanto, es el momento de valorizar las conductas éticas. De tal manera que se comprenda que la ética empresarial es ahora una necesidad y no una virtud. Y que, aunque el papel lo aguante todo (informes de responsabilidad social “increíbles” o campañas de marketing que son puro maquillaje estético) en relación con estos temas, quien no cree en la ventaja competitiva que supone todo lo relacionado con una verdadera ética empresarial, verá como su patrimonio queda afectado negativamente en términos de su valor empresarial y social.