Dicen que la agricultura regenerativa reúne y concilia dos de los desafíos cruciales que enfrenta el mundo actualmente, el de producir alimentos adecuados y nutritivos, por un lado, y el de restaurar ecosistemas deteriorados por la actividad humana. Desde hace cinco años, en Menorca se oye hablar mucho de estas técnicas que combinan prácticas agrícolas tradicionales con conocimientos modernos que son fruto de la observación y la investigación. Un movimiento que actualmente ya se práctica en unas 40 fincas menorquinas que están llevando a cabo un proceso de transformación integral, que no solo pasa por regenerar el suelo sino también transformar la manera de producir e incluso comercializar sus productos en un momento en que parece que todo ello coincide con las grandes demandas que está haciendo la sociedad a nivel global. Los ejemplos de Son Felip y Algairens o Binissaida dels Barracons son paradigmáticos.
CONCEPTO. Para Francesc Font, ingeniero agrónomo y precursor de la agricultura regenerativa en Menorca, la agricultura convencional, la que se ha venido practicando en la mayor parte del mundo, destruye en cinco años el suelo que la naturaleza tarda cuarenta años en crear. En cambio, la agricultura regenerativa contribuye a la fijación del carbono cuyo beneficio mitiga la crisis climática, devuelve la vida al suelo y al entorno y además, fomenta la diversidad y frena la erosión.
En definitiva, unas técnicas que consisten en cultivar el suelo y en alimentarlo para que este a su vez pueda nutrir los cultivos que alberga. “El modelo agrícola actual se basa en técnicas como el labrado, pero el hecho de labrar genera un grave problema de erosión, de desertificación, que hace que cada cinco años se pierda un centímetro de suelo. Además, cuando llueve encima de este suelo labrado, la mejor capa acaba desapareciendo”, explica Font. “En Menorca cada año perdemos la superficie que equivaldría al puerto de Maó. Si en un año perdemos esto, en 20 años haremos agricultura encima de una piedra”, detalla.
Otro de los problemas es la emisión de gases invernadero, cuyo 25% los provocan los agricultores con estas prácticas. Y, finalmente, está la destrucción de la biodiversidad del campo a consecuencia de fumigaciones y prácticas con productos químicos no deseables para combatir las plagas.
“En la agricultura regenerativa es todo lo contrario. Usamos las plantas para proteger el suelo, unas plantas que sirven para fijar mayor carbono al subsuelo, que hacen nacer flores que alimentan a las abejas que se comen los insectos que se comen nuestras almendras. Además, metemos cerdos que fertilizan continuamente los almendros y por ello en la misma superficie estamos produciendo miel, sobrasada y almendros ecológicos”, comenta Font.
“También construimos gallineros móviles que permiten que las gallinas puedan pastar libremente, que se alimenten de gusanos, que fertilicen el suelo para que nazcan nuevas plantas, que crezcan sanas y así nos produzcan huevos ecológicos”, comenta. “Esto es un ejemplo de lo que preconiza la agricultura regenerativa y es lo que venimos haciendo en Menorca desde 2016”, comenta este experto que también asesora otras fincas de fuera de la isla como por ejemplo el grupo vitivinícola Torres.
SON FELIP Y ALGAIRENS. El mejor ejemplo de lo que representa la agricultura regenerativa en Menorca se puede contemplar en Son Felip y Algairens, una finca situada al norte de Menorca de mil hectáreas de extensión, donde Francesc Font junto a un equipo de siete personas, llevan a cabo una explotación agrícola profesional desde hace cinco años que, a la vez, está complementada también por un proyecto de agroturismo pero que igualmente gira alrededor de las prácticas de agricultura regenerativa.
“En Son Felip cultivamos productos tradicionales de Menorca y producimos carne u otros productos de origen animal a gran escala, buscando unos objetivos comerciales. Todo lo que hacemos es la búsqueda de un producto de calidad que nos permita dar un valor añadido que ayude a su comercialización”, explica. “En la finca vamos aplicando diferentes técnicas de agricultura regenerativa y las monitorizamos con el fin de seleccionar las que se consolidan y que nos sirvan de modelo. Desde el primer día, hemos abierto la finca para compartir nuestras experiencias con otros propietarios de fincas”, añade.
A nivel agrícola y ganadero manejan doscientas cabezas de ganado de raza vermella menorquina, un centenar de cajas de miel, cuatro mil olivos, siete hectáreas de almendros plantados, treinta hectáreas de maíz de xeixa además de producir huerta o huevos ecológicos. “Algunos productos ya presentan rentabilidad y otros todavía no porqué estamos en proceso de inversión”, explica. “El cambio de modelo pasa también por impulsar la comercialización, creando marca, mirando de fijar el precio desde origen con los productos de calidad que eres capaz de producir”, detalla Francesc Font. En este sentido, a través de los olivos han podido comercializar 2.500 litros de aceite mediante diversos canales de distribución eco y gourmet de Menorca así como, sobre todo, con la restauración, ya que el aceite de Son Felip acredita cuatro medallas por su gran calidad ganadas en concursos en Londres, Turquía o China.
“Con la carne llegamos a un acuerdo con una carnicería de Ciutadella a través de la cual hemos podido conseguir que por primera vez en Menorca, se esté ofreciendo en muchos de sus supermercados una carne ecológica de vaca de Menorca e incluso en las escuelas”, añade. Lo mismo pasa con su miel d'enclova, que obtuvo la medalla de platino en los prestigiosos premios del London Honey Awards el pasado mes de julio. “Era la primera vez que nuestra miel concurría a unos premios y el resultado la situó entre las 40 mejores del mundo. Creamos la marca hace menos de dos años cuya producción se sitúa alrededor de los 1.000 quilos al año. Para nosotros el premio ha sido otro espaldarazo a este trabajo”, comenta. “Estamos convencidos que este es el camino y por ello otras fincas lo están siguiendo”, añade.
PERMACULTURA. Otro ejemplo en el que Francesc Font está también involucrado es el de Binissida dels Barracons, en es Castell, donde trabajan el concepto de permacultura aplicado a la huerta. Son poco más de 5.000 metros cuadrados en los que trabajan a través de un sistema de huerta biointensiva, un método que permite tener producciones más altas en menos espacio.
La producción de hortalizas ecológicas de Binissaida dels Barracons está enfocada al autoconsumo y una comercialización en cestas o bien a restaurantes de alta cocina. “Es un sistema que coincide con los principios de la agricultura regenerativa pero que nos permite construir proyectos de huerta energéticamente muy eficientes. “Con la agricultura regenerativa difícilmente obtendremos más producción que con los sistemas de agricultura convencional, pero el objetivo no es tan aumentar la producción sino la calidad final del producto, su valor”, comenta Francesc Font.
“Tras la pandemia y en medio de la crisis climática, se está produciendo un cambio de tendencia en las prácticas agrícolas que nos están llevando precisamente a la agricultura regenerativa a través del impulso que también le quiere dar la Unión Europea como también grandes compañías que ya están cambiando sus planes estratégicos”, concluye.