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Escuchar de manera activa supone algo más que oír, supone escuchar con todos nuestros sentidos. Dejando de lado nuestras preocupaciones para centrarnos en las preocupaciones y angustias del otro. Escuchar significa en primer lugar, mirar al interlocutor. El contacto ocular no puede perderse. Cuando inicio la relación y al cerrar el encuentro sería interesante siempre mantenerla. Escuchar mostrando interés en lo que nos están contando, sin una mirada perdida que denota que hemos desconectado. “Su historia es importante para él o ella, pero también para mí”. Escuchar con respeto sin juzgar, sin aconsejar de manera gratuita, sin dirigir, huyendo del “debes hacer esto o aquello”, o “el yo haría…” que tanto puede irritar a nuestro interlocutor. La persona que quiere ser escuchada en ocasiones, solo necesita y quiere eso, ser escuchada. Escuchar de forma activa, aunque es una habilidad social básica, no es algo sencillo. Requiere haber sido entrenada, pero sobre todo el uso de su propia técnica. Así se recomienda (1) mirar a la persona que tenemos delante, (2) centrarse en su historia no en la nuestra, (3) esperar que termine, no interrumpir, (4) hablar si es preciso. Aquí entrarían los consejos, las instrucciones y las sugerencias. Por lo tanto, si no nos las piden no las incorpore, únicamente escuche de manera activa y sobre todo denote su motivación y una actitud proactiva hacia ese encuentro interpersonal.

Sabemos que una buena comunicación mejora nuestras relaciones, pero también nuestra propia vida. Comunicarnos no es solamente hablar, hablar y hablar, es también ESCUCHAR y dedicarle tiempo al otro. En ocasiones, dedicar tiempo al otro, se considera una pérdida de tiempo, pero piense en las ganancias personales e interpersonales. Seguramente son muchas más de las que se imagina. Debemos cambiar esta idea, dedicar tiempo al otro significa centrar la mirada de persona a persona, de ahí que la escucha es el bien más preciado que podamos regalar. Sentirse escuchado, atendido y comprendido es lo que buscamos las personas. No es cuestión de tiempo (cantidad) sino de calidad de la atención. A través de la comunicación podemos mostrar lo que somos y conocer a los otros. La comunicación es un proceso complejo, simbólico e intencional. Complejo porque se establece entre dos o más personas con sus cualidades, valores y creencias, experiencias y necesidades. Simbólico porque precisa un mismo código para descifrar símbolos gramaticales, analógicos o digitales. Intencional porque la persona que emite un mensaje quiere que la otra piense, sienta y haga algo. Es decir, provoca un cambio. Parafraseando a Balint (1961), “quien pregunta obtiene respuestas, pero solo respuesta. Quien deja hablar obtiene historias”. Practiquemos escuchar y observe su efecto.