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Hablar en público es una habilidad social avanzada. Se asociada a ella, el miedo a hablar en público (MHP), causante del rechazo a demostrar esta habilidad. El miedo a hablar en público está presente en la sociedad general adulta como uno de los miedos más potentes igualándolo a la fobia social. De ahí que se evite y que sean otros quiénes se enfrenten por nosotros mismos a la situación. Son muchas las ideas relevantes no expresadas o los proyectos no defendidos y expuestos. De tal forma que no existen. ¿Cómo podemos romper con este problema? Algo básico, enfrenarnos a la situación. No aprenderemos a nadar únicamente viendo como nadan otros, debemos tirarnos a la piscina y nadar y nadar. Hablar en público es lo mismo. No se aprende a hablar en público si no hablamos en público. Eso sí, previamente debemos realizar algunas tareas. Empezaremos por conocer los principios teóricos de la oratoria. Hacer hincapié en comprender la comunicación verbal básica (cómo construir un discurso, un mensaje) y utilizar la comunicación no verbal de manera adecuada (uso de la expresión facial, mirada, gestos con las manos, postura, movimientos del cuerpo, paralenguaje).

El paralenguaje es una pieza clave a la hora de hablar en público. El tono de voz, el volumen, ritmo, velocidad, uso de los silencios. Evite un tono monótono e intente persuadir a la audiencia. El cómo se dicen las cosas es más importante que el propio contenido del mismo. Suba y baje la voz e insista en una dicción clara y nítida. Para ello, no corra, vaya despacio. Se debe huir de lo memorístico. Esto no es un libro, es una charla. Escoja tres ideas claves para construir su discurso como hacen los buenos oradores. «Menos es más». Siga un hilo conductor coherente de lo general a lo específico. Los primeros momentos son cruciales, como ocurre con las primeras impresiones. Le van a evaluar incluso antes de que empiece a hablar, por lo tanto, utilice una sonrisa a modo de apertura. Acuérdese de cerrar con una metáfora, moraleja o simplemente con agradecimiento. Rompa con esos pensamientos irracionales previos y con aquellos intrusivos y fugaces durante el discurso. «Yo no sirvo para esto», «Seguro que perciben mis nervios», «Me voy a quedar en blanco», «Qué ridículo» Ese miedo escénico es normal, lo sufren la mayoría de oradores. El mejor consejo es estar seguro de uno mismo. Para ello, la situación debe prepararse, pero sobretodo practicar, practicar y practicar con anterioridad.

Lea en voz alta textos ante un espejo, vocalizando despacio y realice pausas en comas y puntos. Practique ante un pequeño grupo de allegados, y deje que le hagan comentarios tras su actuación. Intente romper el hielo en cualquier situación donde pueda practicar esta habilidad social (charla, conferencia, clase y reunión), pregunte, exprese su opinión, ensaye… pero sobretodo rompa con este miedo. Visualice el éxito tras su actuación y saboree el ruido de los aplausos. Confíe plenamente en sus capacidades comunicativas y sus conocimientos a transmitir. Por fin, puede empezar a nadar.