Además, estoy convencido de que estamos entrando en una nueva etapa de la historia reciente del vino en Menorca muy apasionante, con todo de proyectos prometedores y valientes cargados de ambición y otros de más largo recorrido, que al mismo tiempo están alcanzando el punto óptimo en sus plantaciones. Sin duda, el vino de Menorca ha cogido una velocidad de crucero envidiable y tendremos que seguir muy atentos.
Lo mejor de todo ello es que en paralelo, estamos también asistiendo con ilusión a los primeros años de vida del sector del aceite, del que conocíamos la semana pasada la noticia que este próximo mes de otoño, ya se podrá comercializar con la denominación de Indicación Protegida Aceite de Menorca tras la resolución aprobada por el Govern Balear. Esto significa, por un lado, de que la próxima cosecha de septiembre ya podrá incluir la procedencia menorquina en la etiqueta de sus botellas y por el otro, que esta protección nacional transitoria de la marca mientras no llega la definitiva por parte de la Comisión Europea, nos da a entender que las cosas van por el buen camino.
Un sector, el del aceite que actualmente engloba un total de 22 productores de un cultivo que ocupa más de 100 hectáreas que incluyen aproximadamente unas 45 fincas y cinco molinos de aceite. Un producto también con valor añadido que está contribuyendo a ofrecer una alternativa económica al campo menorquín aunque todavía incipiente si lo comparamos con el sector vitivinícola. En cualquier caso, la recuperación de todos estos cultivos junto al de la sal, con la rehabilitación de las Salinas de la Concepción, ofrecen una nueva esperanza para el campo menorquín.