Las pymes de Menorca se quejan que por ahora, las cifras de facturación no les están acompañando este verano. La sensación que tienen es que está llegando mucha gente por tierra, mar y aire, tal como confirman los datos del Instituto Nacional de Estadística, pero en cambio, vienen con los bolsillos cosidos por el ajuste en el gasto vacacional que indefectiblemente provoca la inflación. También justifican que se produce por una reducción de las estancias vacacionales, tendencia que se repite desde hace unos años y que da la sensación ha venido para quedarse.
Los únicos que se salvan son los agroturismos, cuya gran mayoría de encuestados, afirman que sus cuentas van mejor que en 2023. Y es que la temporada se vive como una montaña rusa y más todavía, aquellos años cuando la Semana Santa llega madrugadora al calendario. Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero como me comentaba un directivo de una compañía hotelera hace unos días, julio y agosto tienen pinta de queso gruyere y no por los suizos que van a venir a la Isla sino por las habitaciones que todavía no se han reservado. «Pintan mejor las reservas de setiembre y octubre que no los meses vacacionales por antonomasia. Algo está cambiando y no sabemos el que» me acababa diciendo. ¿Recorte del gasto por familias a nivel nacional pero también internacional? ¿Más oferta que nunca en juego? ¿Last minute caprichoso? ¿Preferencia por destinos más fríos? El partido todavía está juego y no ha llegado a su final. Habrá que esperar cómo se comporta agosto pero sobre todo como compensan septiembre y octubre para conocer la nota que le ponemos a la temporada.