Con la apertura del primer pleno del Parlamento en el renovado
edificio del Reichstag, Berlín recuperó ayer su tradicional
protagonismo como centro de la vida política, casi nueve años
después de la reunificación de Alemania.
La Cámara de Diputados, en nombre del pueblo alemán, volvió a
ocupar su antigua sede, incendiada por los nazis hace 66 años, en
el preludio de la dictadura del Tercer Reich. Antes del traslado
definitivo del gobierno a la capital, en septiembre, los 669
diputados se reunirán allí nuevamente para elegir, el 23 de mayo,
al nuevo presidente de la República Federal de Alemania (RFA), que
sustituirá a Roman Herzog.
«Este es un gran momento para Alemania, para Berlín y para el
Parlamento», dijo el presidente del Bundestag (Cámara de Diputados
del Parlamento federal), Wolfgang Thierse, cuando recibió la
simbólica llave del Reichstag de manos del premio Pritzer de
arquitectura y autor del proyecto de restauración, el británico
Norman Foster.
La llave, en acero bruñido de más de medio metro de largo y unos
ocho kilos de peso, con una inscripción conmemorativa, formará
parte de la exposición «preguntas de la historia alemana», que se
celebra con motivo de cumplirse, el mes próximo, el 50 aniversario
de la fundación de la RFA.
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