La gestión del emisario ruso para los Balcanes, Víctor
Chernomirdin, aplaudida por el Kremlin, suscitó duras críticas de
círculos diplomáticos, militares y políticos, que le acusaron de
«traicionar» los intereses del país. Pocas horas después de que el
presidente ruso, Borís Yeltsin, elogiara a Chernomirdin por acordar
con Occidente el plan de paz, ya aceptado por Belgrado, el
Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia se desmarcó de la gestión
del enviado especial del Kremlin.
El distanciamiento fue anunciado por el primer viceministro de
Asuntos Exteriores, Alexandr Avdéyev, en una sesión a puerta
cerrada de la Duma para estudiar la iniciativa de paz, considerada
«derrotista» por círculos nacionalistas rusos.
Según diputados que asistieron a la sesión, Avdéyev dijo que
Chernomirdin decidió «por cuenta propia» dar su visto bueno al plan
que negociaba con el subsecretario de Estado de EE UU, Strobe
Talbott, y con el presidente de Finlandia y mediador de la UE,
Martti Ahtisaari.
Añadieron que Avdéyev dijo que Chernomirdin «mezcló cosas que no
se debían haber mezclado» y dejó ver el rencor de los diplomáticos
por haber sido relegados a un segundo plano y por las concesiones a
Occidente aceptadas por el emisario oficial. Según fuentes citadas
por la agencia Interfax, Avdéyev eludió poner un calificativo y dar
una valoración a la actitud de Chernomirdin, al señalar que es una
«prerrogativa del presidente» ruso, Boris Yeltsin.
Yeltsin, animado por los elogios en Occidente a la misión de su
emisario, se declaró «satisfecho» y se apuntó el tanto de la
mediación rusa, al indicar que las medidas de arreglo fueron
«trazadas por el presidente y el Gobierno de Rusia y acordadas por
Chernomirdin» con Belgrado y los países de la OTAN.
Chernomirdin se escudó en la autoridad de Yeltsin, al asegurar
que ha cumplido al dedillo «las directrices y órdenes dadas por el
presidente», y rechazó las acusaciones en su contra.
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