Hasta la capital bosnia, testigo y víctima hasta hace muy poco de
las crueles guerras yugoslavas, se desplazarán, en una visita
relámpago, el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y los
dirigentes de otras cuarenta naciones -entre ellos José María
Aznar-, para apadrinar personalmente el llamado «Pacto de
Estabilidad».
El plan, acordado el mismo día en que acabó la guerra de Kosovo,
contiene la promesa de Occidente de no volver a olvidar los
problemas de la zona y de trabajar a partir de ahora por la
integración de estos países, entre los más pobres de Europa, dentro
de la corriente «euro-atlántica».
Serbia es el único estado de la región que no ha sido invitado a
este nuevo «Plan Marshall» para el sudeste de Europa, a pesar de
que todos reconocen el papel central que deberá corresponderle en
el futuro de los Balcanes.
Precisamente la oposición serbia pide cuentas al presidente,
Slobodan Milosevic, por la ausencia de Yugoslavia en esta cumbre
mientras afirma que la población no debe ser castigada por sus
errores. «El Presidente yugoslavo debe explicar a la nación por qué
su país no está invitado a la cumbre de Sarajevo», dijo ayer Goran
Svilanovic, líder de la Liga Cívica Serbia, que integra la pro
occidental Alianza para el Cambio, uno de los dos principales
bloques de oposición.
«Esperamos que no se siga castigando a un pueblo por lo que hace
la cúpula política o un solo hombre», dijo por su parte Ivan
Kovacevic, portavoz del otro grupo de oposición, el Movimiento de
Renovación Serbio (SPO).
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