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El fantasma de la guerra chechena volvió a cernirse sobre el país cuando el primer ministro ruso, Vladimir Putin, dijo que Moscú no permitirá que extremistas islámicos, que hicieron de Chechenia un «nido de bandidos», amenacen la seguridad de Rusia. Las guerrillas islámicas que operan en Daguestán y los actos terroristas que en las últimas dos semanas han causado más de 250 muertos «ponen en peligro la seguridad del Estado», indicó Putin en la apertura de la sesión otoñal de la Duma (Cámara de Diputados).

«La plaga terrorista se ha convertido en un problema nacional de Rusia», reconoció Putin, quien prometió medidas «contundentes» para «impedir la propagación de esta peste por todo el país» y «garantizar la seguridad de los ciudadanos». Putin afirmó que detrás de los atentados de Moscú están los mismos extremistas islámicos chechenes que luchan por convertir Daguestán en un Estado musulmán independiente e incendiar todo el Cáucaso, tras lo cual consideró que hay que «poner en cuarentena a Chechenia».

El jefe del Gobierno manifestó que se debe elaborar un plan integral de arreglo de la situación en Chechenia y en el Cáucaso en general, uno de cuyos elementos sería «la imposición provisional de un régimen de duro control a lo largo de las fronteras chechenas». Esta no es la primera vez que Moscú habla de la posibilidad de «acordonar» Chechenia, a pesar de que los expertos consideran casi imposible controlar más de 550 kilómetros de fronteras que pasan por una zona montañosa de difícil acceso.