El presidente estadounidense, Bill Clinton, comenzó ayer en India
una gira por tres países del sur de Asia en la que intentará
redefinir el papel de su país en la región tras la Guerra Fría. El
inicio de la visita estuvo marcada por protestas y el temor a un
atentado contra el presidente de EE UU.
El mandatario estadounidense viajará durante una semana por
Bangladesh, India y Pakistán, en un periplo de gran trascendencia
para la evolución de la región, donde la enemistad
indio-paquistaní, alimentada por los arsenales nucleares, plantea
una situación explosiva.
Pero Clinton intentará una jugada complicada, atraer a India y
Bangladesh poco a poco a la órbita estadounidense sin alienar a
Pakistán, y criticar al Gobierno militar paquistaní y pedir el
retorno de la democracia sin desestabilizar la situación en ese
país.
Se trata de un programa complicado en una región que acoge a más
de la sexta parte de la humanidad. La llegada del presidente desató
una expectación inusitada en buena parte de la población india, si
bien militantes izquierdistas protestaron contra la visita y
quemaron efigies del presidente en Delhi, Calcuta y Hyderabad.
Bill Clinton y su comitiva pasarán la jornada de hoy en
Bangladesh, en lo que supone la primera visita de un presidente
estadounidense a ese joven país, que se independizó de Pakistán en
1971. La visita oficial a India comenzará formalmente mañana y se
extenderá hasta el sábado, con etapas en las ciudades de Agra,
Jaipur, Hyderabad y Mumbay, donde hará turismo y se reunirá con
diferentes grupos y comunidades, y disfrutará de la rica
gastronomía local.
En la mesa política, Bill Clinton tiene dos objetivos básicos en
India: sellar el comienzo de una nueva era en las relaciones
bilaterales y convencer al Gobierno de Nueva Delhi, e insistir a su
vecino y rival Pakistán que pongan freno a sus programas
nucleares.
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