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Al Grupo de los Siete (G-7) le interesa más la evolución de la economía global, que se pronostica como positiva a nivel mundial, que la situación de los mercados de valores porque consideran su última caída como un simple reajuste. Los expertos, por el contrario, temen que el desplome de Wall Street "que sufrió el viernes una de las peores caídas de su historia" hace temer un «crak» en los mercados financieros internacionales.

Lo que ocurrió el viernes «no un susto más, sino un verdadero sobresalto», comentaba un analista bursátil neoyorquino, considerando que «los movimientos de venta son emotivos y no tienen ningún fundamento económico». La Bolsa de Taipei, la única de Asia abierta el sábado, cerró en muy fuerte baja, perdiendo más de 500 puntos. Un negro presagio.

El secretario del Tesoro de EE UU, Lawrence Summers, y el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, presidieron ayer la reunión del G-7 en la que, además, de analizar las perspectivas de la economía mundial, dedicarán un tiempo a perfilar las estrategias que impulsen los avances en las reformas financieras. Además de los representantes de EE UU, asisten los responsables de las políticas económicas y monetarias de Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Canadá y Japón, a los que también se van a sumar los de Rusia.

También se sientan a esa mesa como representantes de la UE, su presidente de turno, y el presidente del Banco Central Europeo. Los ministros de los siete países más ricos del mundo han decidido centrar sus debates en la manera de reforzar y dar calidad al crecimiento económico logrado tras la salida del túnel en el que la última crisis financiera, en 1998, dejó sumidos a muchos países con economías emergentes.