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EFE - JERUSALÉN Los enfrentamientos entre palestinos y fuerzas del Ejército israelí se recrudecieron ayer dentro y fuera de la «Línea verde» "el límite entre Israel y Cisjordania", mientras la opción diplomática no parece encontrar una vía de salida y altos mandos israelíes hablan ya de «guerra».

Las conversaciones telefónicas que en los últimos días han mantenido diversos gobernantes extranjeros con el líder palestino, Yaser Arafat, y con el primer ministro israelí, Ehud Barak, se han traducido únicamente en promesas incumplidas. Mientras se multiplican los llamamientos de la comunidad internacional para un cese del fuego inmediato, el número de muertos ha ascendido a 51, y el de los heridos sobrepasa los 1.500, la inmensa mayoría de ellos palestinos.

Abdel Rahmán responsabilizó a Barak de la brutal represión de manifestantes palestinos por parte de los soldados israelíes, y afirmó que la polémica visita que el jueves pasado efectuó el líder del Likud, Ariel Sharón, a la Explanda de las Mezquitas, fue sólo un instrumento político para desencadenar un conflicto. Los principales combates se desarrollaron ayer en torno al enclave israelí de la tumba de José, en la ciudad cisjordana de Naplusa, donde el Ejército israelí frustró, con la ayuda de helicópteros, los sucesivos intentos de miles de palestinos para conquistarlo.

Los militares israelíes son tajantes al describir lo que ayer ocurrió en Naplusa: una auténtica guerra. Dicho enclave, situado entre dos colegios palestinos y donde la tradición sitúa los restos de uno de los 12 hijos del bíblico Jacob, ha sido en los últimos años escenario de violentos combates entre israelíes y palestinos. El viceministro israelí de Defensa, Efraim Sne, se planteó ayer la posibilidad de evacuarlo permanentemente una vez que concluyan los enfrentamientos, ante la imposibilidad del Ejército israelí de defenderlo cada vez que surge una nueva crisis.