El presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, llamó a las tres
de la madrugada de ayer a su colega palestino, Yaser Arafat, y al
primer ministro israelí, Ehud Barak, en un nuevo intento por salvar
el proceso de paz sepultado por la violencia.
La petición de Clinton, uno de los políticos extranjeros que más
horas de su vida ha dedicado para solucionar el conflicto
árabe-israelí, fue la misma para los dos: poner en práctica el
acuerdo que él ideó la semana pasada en Sharm el Sheij para un alto
al fuego y que las dos partes reanuden sus negociaciones de paz. La
temprana llamada telefónica desde Washington coincidía ayer con un
aparente y tensa calma tras los sangrientos enfrentamientos con el
ejército israelí en Cisjordania y Gaza en los que ayer murieron
cuatro palestinos y decenas fueron heridos.
En una combinación de ambigüedad calculada y avisos serios, el
presidente Clinton criticó la actuación del dirigente palestino,
Yaser Arafat, aunque evitó responsabilizarlo personalmente de la
ola de violencia en Oriente Medio. Clinton, en unas breves
declaraciones en la Casa Blanca, dijo que Arafat tiene en su mano
reducir la violencia, si bien admitió que nadie, ni siquiera el
dirigente palestino, tiene el control total de la situación.
El presidente, que intenta que Arafat y el primer ministro
israelí, Ehud Barak, viajen a Washington, volvió a emplazarlos,
sobre todo al primero, para que frenen la violencia y eviten
mayores daños al proceso de paz. «Tenemos que terminar la violencia
y volver al proceso de paz o habrá, como mínimo, un nivel de
ansiedad, desconfianza y empeoramiento de relaciones que no será
bueno para nadie», afirmó Clinton.
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