George W. Bush hizo campaña ayer en Florida junto a su hermano Jeb, actual gobernador del Estado.

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JOSÉ DELGADO - WASHINGTON Los estados de Florida y Pensilvania se convirtieron ayer en el centro de la batalla que por cada voto libran los dos principales candidatos a la Presidencia de EE UU ante la incertidumbre sobre el resultado de las elecciones del martes. Aunque los equipos de campaña del demócrata Albert Gore y el republicano George W. Bush reconocen que la clave de las próximas horas será la capacidad de movilizar electores a las urnas de votación, no han dejado de centrarse en los Estados indecisos.

Para ganar una contienda que se pronostica tan reñida, coinciden los estrategas demócratas y republicanos, Gore y Bush tienen que entusiasmar principalmente a su base política, que se encargará de llevar a muchos electores a los colegios de votación. Bush mantiene una ligera ventaja en las encuestas a nivel nacional, que fluctúa entre dos y cuatro puntos, pero sigue sin asegurarse suficientes Estados para tener en sus manos 270 de los 538 votos electorales que decidirán la elección. Al Gore, por su parte, parece perder la batalla por el número de votos, pero parece tener ventaja en el número de electorores (los electores salen de los colegios electorales que hay en cada Estado).

La dura batalla por el control de la Casa Blanca, en la elección más reñida desde 1960 donde John Fitgerald Kennedy (JFK) derrotó a Richard Nixon, queda demostrada por el hecho de que Bush pasara ayer el día en Florida, cuyos 25 votos electorales se proyectan claves para decidir el ganador mañana. Estrategas republicanos han indicado que Bush puede necesitar Florida para asegurar la mayoría de los votos electorales.

Su hermano Jeb, gobernador de Florida, encabezó hoy los debates en los programas de televisión y dijo que fue una premisa equivocada considerar que Florida era un territorio seguro para su hermano George W.. «Es una elección muy cerrada y extraña», sostuvo Jeb Bush.

La campaña de Gore, por su parte, centró su mensaje en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, tres Estados, de alrededor de una quincena, que se consideran indecisos y por ende claves para decidir quién será el próximo inquilino de la Casa Blanca.