Argentina quedó ayer casi paralizada por una huelga general
convocada por los sindicatos que afectó especialmente al transporte
público, en una jornada de protesta en la que hubo decenas de
detenidos y un muerto.
Esa única víctima mortal no se produjo por choques entre fuerzas
policiales y manifestantes, que apenas se registraron, sino que fue
causada por un ciudadano molesto que respondió a tiros cuando un
piquete le cortó el paso en una carretera del norte del país. «La
presencia de las fuerzas de seguridad en lugares estratégicos
sirvió para disuadir acciones de violencia mayor», dijo el ministro
del Interior, Federico Storani.
El éxito de la huelga se debió a la casi total paralización del
transporte público en el país, que impidió el desplazamiento de
argentinos que querían acudir a sus puestos de trabajo, lo que
derivó en la práctica ausencia de cualquier actividad económica. No
hubo clases en los colegios, la mayoría de los comercios
permanecieron cerrados, las oficinas quedaron vacías y hasta en la
sede del Congreso y del Gobierno la actividad fue muy escasa y la
mayoría de los trabajadores se ausentaron. Esta fue la tercera
huelga general convocada contra la política económica del
presidente Fernando de la Rúa, quien llegó al poder el pasado 10 de
diciembre.
«La gente no quiere, rechaza y repudia el paro», dijo el
gobernante antes de viajar a la provincia central de Santa Fe para
conocer de cerca las consecuencias de un temporal que causó tres
muertos y centenares de damnificados. Las emisoras bonaerenses
recogían ayer testimonios de argentinos que en su mayoría
rechazaban la protesta.
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