En su último día de campaña, los laboristas insistieron en la
necesidad de reformar la administración, poniendo especial atención
en la revitalización de los servicios públicos. En este sentido, el
primer ministro, Tony Blair, pidió la confianza de los ciudadanos
para que les voten y hacer así posible en los próximos cinco años
la total reforma que merece este país.
La apatía y elevada abstención aparecen como el principal
enemigo de Blair en su propósito de confirmar la abrumadora
victoria que le auguran los sondeos de opinión. La última encuesta
publicada ayer por The Guardian pronostica una reducción de cerca
de un 10 por ciento de la participación, hasta un 63 por ciento, en
relación con las elecciones de 1997.
Este mismo sondeo muestra el mayor retroceso en popularidad del
Partido Laborista en las tres semanas y media de campaña electoral
al acortar de 19 a 11 puntos la ventaja que tenían sobre los
conservadores.
En el terreno económico, se comprometen a mantener invariable el
impuesto sobre la renta y a realizar reformas fiscales para ayudar
a los trabajadores con sueldos más bajos. Asimismo, prometen
disminuir con créditos los impuestos a los pensionistas y mantener
la inflación y perseguir el equilibrio presupuestario.
Por su parte, los conservadores aseguraron que una victoria
laborista supondría un desastre para Reino Unido, a la vez que
insistieron en que si llegan al poder, realizarán un recorte
general de impuestos de 8.000 millones de libras anuales (unos 2'1
billones de pesetas) y una rebaja de seis peniques (16 pesetas) por
litro de gasolina.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.