El Gobierno de EEUU quiere que el ensayo de ayer demuestre la
validez de su proyecto de defensa antimisiles, mientras se intenta
buscar un acuerdo político con Rusia que permita el despliegue del
sistema. Independientemente del éxito o del fracaso, el ensayo,
previsto para la madrugada de ayer en el Pacífico, parece destinado
a alimentar aún más la discusión, doméstica e internacional, sobre
el proyecto militar favorito de George W. Bush y su gobierno.
Los técnicos del Pentágono son optimistas y creen que el ensayo
tiene «alrededor de un 50 por ciento» de probabilidades de tener
éxito, según el general Ronald Kadish, que dirige el organismo del
Departamento de Defensa encargado del desarrollo del sistema. En el
ensayo, un misil Minutemen intercontinental modificado, equipado
con una ojiva simulada y un señuelo, será lanzado desde la base de
Vandenbergh (California).
Unos veinte minutos después despegará del atolón de Kwajelein (a
unos 7.700 kilómetros de distancia, en las islas Marshall) un
prototipo de interceptor equipado con un vehículo destructor («kill
vehicle») exoatmosférico. El objetivo es que, unos diez minutos
después del despegue del interceptor, la ojiva del misil «atacante»
pueda ser interceptada aproximadamente a la mitad de su camino, a
unos 225 kilómetros de altura sobre el centro del Océano
Pacífico.
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