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Una visita a Manhattan para ver en un concierto en vivo a Michael Jackson se convirtió para Marcos Cabotá, un joven mallorquín de 20 años, en una experiencia que no va a olvidar en su vida. Y no es por el simple hecho de ver al divo americano, sino que por un azar de la vida se convirtió en testigo presencial del mayor ataque terrorista a Norteamérica. Alojado el día de autos en un hostal de Times Square, el «Big Apple», junto con un amigo, Cabotá nos relataba ayer desde Manhattan cómo vivió el momento histórico del ataque a las Torres Gemelas y su posterior desplome como un castillo de naipes, «estaba durmiendo cuando de repente escuché un ruido muy fuerte y me despertó. Al principio pensé que no era nada importante y creí que se trataba de un accidente de tráfico.

Sin embargo, un compañero entró histérico en la habitación y me dijo que un avión había chocado contra las Torres Gemelas. Me puse el pantalón y las zapatillas y bajé a la calle para ver lo que pasaba. Desde allí, en línea recta, se veía al fondo las Torres Gemelas y se me pusieron los pelos de punta al comprobar cómo una de ellas estaba envuelta en llamas. Al cabo de quince minutos, vi cómo el segundo avión chocaba contra la otra torre. El humo comenzó a cubrir toda Manhattan, pero lo más terrible fue cuando se cayó la primera torre y el suelo tembló como si hubiera un terremoto. La gente lloraba histérica y se desmayaba por la calle. Todos los coches se pararon para ver qué pasaba».

Cabotá, emocionado, señala que cuando «intuí que parecía que e iba a caer la segunda torre, me giré y no quise verlo. Hacía dos días que había estado en las Torres Gemelas y me parecía increíble todo lo que estaba pasando. Mi amigo y yo pensamos de inmediato ponernos en contacto con nuestras familias en Palma, pero nos fue materialmente imposible por las colas que había en las cabinas, aunque algunas no funcionaban porque la antena de comunicación se había derrumbado con las Torres Gemelas. Fuimos a una oficina de Internet, pero la policía no nos dejó porque decía que había una amenaza de bomba. Al final, optamos por dirigirnos a una chica, a la cual le dimos cada uno 20 dólares para hacer dos llamadas desde su móvil».

El relato de Marcos Cabotá se endurece a la hora de valorar los momentos que han seguido a la caída de las dos Torres Gemelas, «Manhattan está vacía, sólo pasan ambulancias y coches de bomberos... está cubierta de polvo. La policía pide a todo el mundo que se quede en su casa, pero nosotros, al dejar el hostal y pensar que íbamos a regresar a España el mismo día del incidente, estamos buscando alojamiento».