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RAFAEL MORENO-NUEVA YORK A pesar de los esfuerzos de las autoridades por recuperar una cierta normalidad, la ciudad de Nueva York sigue sumida en una enorme confusión y desesperanza tres días después de los atentados contra las Torres Gemelas. Las labores de búsqueda y rescate de supervivientes, cada vez con menos ilusiones, se vieron dificultadas aún más por la llegada de la lluvia, que convirtió la gran montaña de escombros del World Trade Center en un gran barrizal, escurridizo y más peligroso aún. Se trata de la primera ola de mal tiempo sobre la ciudad desde los atentados perpetrados el martes.

El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, reconoció que no había duda de que la lluvia que cayó durante la noche y gran parte de la mañana había dificultado las labores e incluso obligado durante varios momentos a suspenderlas por falta de seguridad. «Claramente las ha dificultado», dijo, «pero, al mismo tiempo, continuamos porque todavía tenemos grandes esperanzas de que seamos capaces de rescatar a más personas vivas» de entre los escombros.

Agotados socorristas siguen buscando denodadamente señales de supervivientes entre las casi 4.800 personas que se cree quedaron sepultadas bajo lo que alguna vez fue el imponente World Trade Center de Manhattan. Sin embargo, la búsqueda parecía cada vez más frustrante con la caída de las lluvias que por momentos fueron torrenciales. El rescate se ha convertido en un viaje al infierno, según narraron bomberos, médicos, albañiles, policías y otros especialistas que trabajan en el centro de la catástrofe neoyorkina.

Cuentan de cabezas que asoman por las montañas de escombros; hablan de los pies y brazos que recuperan; se quejan del humo que les impide ver y quieren que cese el calor y el hedor del plástico quemado. Con la cara cubierta por el sudor y el cansancio presente en los ojos, Roi Ferlisi, bombero de Nueva York que ha estado trabajando intensamente en la zona que correspondía a la torre sur, recuerda que en el primer turno que hizo en la mañana de ayer encontró «muchas extremidades» desperdigadas entre los cascotes de acero y hormigón.