El Bundestag dio ayer luz verde a la participación de Alemania en
las operaciones militares de Afganistán, para las que el canciller
Gerhard Schroeder había puesto a disposición de Estados Unidos
3.900 soldados. El respaldo a la política de «solidaridad
ilimitada» con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo
internacional se produjo en una sesión parlamentaria que, de haber
transcurrido de otro modo, habría supuesto el fin de la coalición
de gobierno roji-verde.
En una maniobra política tan arriesgada como calculada,
Schroeder se sometió a una cuestión de confianza que, por primera
vez en la historia parlamentaria de este país, supeditaba la
continuidad del gobierno a una acción política, en este caso a la
aprobación de sus planes para Afganistán. Ganó la jugada por
mayoría absoluta. De los 666 diputados que integran el Bundestag,
336 votaron a favor de Schroeder y de la presencia del ejército
federal en un teatro de operaciones armadas que, por primera vez,
no es europeo.
El visto bueno del parlamento a la intervención de Alemania en
Afganistán no significa que los 3.900 soldados que Schroeder ha
puesto a disposición de EE UU vayan a partir ahora o nunca, pues no
se descarta que para cuando los preparativos estén listos, la
«guerra» contra el régimen talibán haya acabado.
De otra parte, los 60 primeros soldados franceses enviados a
Afganistán para prestar ayuda humanitaria partieron ayer en dos
aviones militares de la base aérea de Istres (al sureste del país).
En total, «unos pocos más de 300» militares franceses irán a la
ciudad afgana de Mazar-i-Sharif.
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