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DUFÀN GULIAM-DASHTIKALÀ Los talibanes resisten en varios puntos de Afganistán. En Kunduz, y a pesar de la constante presión que ejercen las tropas de la Alianza del Norte desde hace casi dos semanas, los talibanes solo comienzan a dar señales de debilidad por Janabad, el frente este, uno de los tres que han abierto sus rivales. Ayer, tropas de la Alianza del Norte iniciaron una ofensiva en tres frentes apoyados por bombardeos de B-52 norteamericanos.

Con el juramento de «defender Kunduz hasta el último cartucho», miles de integristas musulmanes extranjeros eran hoy el último obstáculo para la victoria completa de la oposición en el norte de Afganistán. Entre 2.000 y 10.000 radicales extranjeros han hecho de Kunduz su último baluarte y se aprestaban a dejar su vida en las trincheras y calles de esa ciudad septentrional antes que entregarse a la Alianza del Norte, cuyos milicianos han prometido que no habrá piedad.

Uzbekos, árabes, cachemires, pakistaníes, uigures y chechenes llenan las filas integristas que han hecho de Kunduz su altar de martirio para borrar con su muerte la humillación de la derrota ante los advenedizos del norte y sus aliados norteamericanos. La agencia rusa Itar Tass llegó a indicar que el propio Osama Bin Laden -por quien Estados Unidos ha puesto Afganistán patas arriba- encargó la defensa de Kunduz al legendario Jattab, un árabe de origen jordano, terror de las tropas rusas en Chechenia y a quien se creía en esta república norcaucásica.

El cerco sobre los extremistas se apretó ayer con bombardeos masivos de las defensas de Kunduz y la apertura de una brecha en el frente oriental, donde la Alianza avanzó sobre Janabad, a 25 kilómetros. La toma de esta ciudad, anunciada al alba, permitió consolidar el avance oriental sobre Kunduz, y asegurar tropas de refresco para atacar Dasht-e-Archi y Pul-e-Bangi, al oeste, y Aliabad, al sur, aldea capturada sin combate. Así se cortaba la salida a los entre 10.000 y 20.000 milicianos atrapados en Kunduz, entre ellos los feyaidín extranjeros dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre con el nombre de Osama Bin Laden en los labios.