El presidente cubano, Fidel Castro, rompió ayer con una tradición
de diez años y faltará a la XI Cumbre Iberoamericana, un foro que
comenzó cuando Cuba estaba aislada por la caída del bloque
soviético y en el que siempre tuvo un acusado protagonismo. Según
la versión oficial ofrecida en Lima por su ministro de Exteriores,
Felipe Pérez Roque, Castro está dedicado a dirigir «en persona» los
trabajos de reconstrucción de los daños causados por el huracán
«Michelle», que el pasado 4 de noviembre asoló la mitad de la isla.
El líder cubano, al frente desde 1959 del único Estado
socialista de América, era junto con el rey Juan Carlos I de España
el único que había asistido a todas las Cumbres Iberoamericanas
desde que comenzaron en Guadalajara (México) en 1991. Entonces Cuba
sufría la peor crisis económica y diplomática de su historia
revolucionaria con el derrumbe del bloque soviético, que le privó
de sus principales mercados y aliados políticos.
Mientras, los jefes de Estado y de Gobierno de Iberoamérica
inauguraron ayer su XI Cumbre, en la que revisarán el resultado de
una década de reuniones, ratificarán su condena al terrorismo y su
empeño por contener la crisis económica global. Latinoamérica
reiterará en Lima su apoyo a la lucha internacional contra el
terrorismo, pero la región discrepa con EE UU en los objetivos a
perseguir y la mecánica de acción.
Los dirigentes iberoamericanos aprobarán hoy una declaración en
la que expresan su compromiso de «combatir el terrorismo en todas
sus formas y manifestaciones, dondequiera que se produzcan y por
quienquiera que los cometa». Sin embargo, los líderes
latinoamericanos son reacios al tutelaje de EE UU en esa batalla
planetaria y prefieren que sea Naciones Unidas quien asuma el
liderazgo.
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