El caos y la confusión continúan vigentes entre la población de numerosas zonas de Afganistán.

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EUROPA PRESS-KABUL La rendición del régimen talibán en su último bastión de Kandahar parece marcar el fin político de la milicia integrista, pero algunos de sus miembros podrían reorganizarse en guerrilla. Dos meses después del comienzo de los bombardeos estadounidenses, el líder supremo de los talibán, el mulá Mohamed Omar, ordenó a sus tropas la entrega de armas ante una comisión de jefes de tribu, comandantes locales y ulemas. Sin embargo, los acuerdos de rendición afganos, como el anunciado el pasado jueves por el líder del futuro Gobierno interino, Hamid Karzai, y el Ejecutivo talibán, permiten a muchos soldados irse con sus armas y sus convicciones inquebrantables, lo que suscita el riesgo de la guerrilla.

La presencia de los talibán armados en el territorio afgano o en la frontera paquistaní es «un tema de preocupación», declaró el portavoz de la coalición antiterrorista en Islamabad, Kenton Keith. «Por supuesto, tenemos razones para estar inquietos si los talibán se esconden en las zonas de resistencia o dividen el país en guerrillas armadas», añadió. Sin embargo, según los analistas, algunos talibán podrían esconderse en las cuevas de las zonas montañosas. Estos soldados, que prometieron luchar hasta la muerte antes que sufrir la humillación de Estados Unidos, representan a la misma fuerza que ocupó todas las provincias afgnas entre 1994 y 1996.

Keith no es el único que considera que la caída de Kandahar no significa necesariamente una derrota total del régimen talibán. Aunque Kabul cayó en manos de la Alianza del Norte el pasado 13 de noviembre, el jefe de guerra Gulbuddin Hekmatyar aseguró que los talibán actuarían en forma de guerrilla. «Esta guerra no ha terminado, aunque los talibán capitulen en todas las grandes ciudades», advirtió. En Afganistán las batallas decisivas no se libran en las ciudades, sino en las montañas y en las cuevas, una estrategia utilizada contra la invasión soviética entre 1979 y 1989. Esconderse aprovechando las características geográficas del país, montañoso y árido, podría permitir al régimen talibán ganar tiempo y esperar a ver si la Alianza del Norte vuelve a las luchas internas del pasado.

En Mazar-i-Sharif, controlada por la Alianza del Norte desde el pasado 9 de noviembre, tienen lugar contínuas luchas entre facciones, pillajes, secuestros y otros actos violentos, según fuentes de la ONU, cuyos trabajadores humanitarios pueden operar sólo en Kabul, Herat y Bamiyan, así como en algunas zonas del noroeste, debido a la inseguridad persistente. «No podemos desplazarnos al resto del país», explicó el portavoz de Naciones Unidas en Kabul, Yusuf Hassan. Entre 1994 y 1996, los talibán fueron considerados por la población afgana como los únicos capaces de restablecer el orden en un país desintegrado por los años de guerra civil.

El temor actual es que en un país donde los cambios son frecuentes desde hace siglos, si el Gobierno controlado por la Alianza del Norte no impide nuevas formas de teocracia, la población podría volver la mirada hacia el régimen talibán, la única fuerza que ha ofrecido una estabilidad relativa durante décadas. Por otro lado, se han difundido las imágenes del interrogatorio realizado por el agente de la CIA Mike Spann a John Walker, el «talibán estadounidense», poco antes de la revuelta de los prisioneros talibanes que le costó la vida en la prisión de Kala Jangi. Walker fue llevado atado ante los dos agentes de la CIA, pero rehusó contestar a sus preguntas acerca de cómo fue reclutado.