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Los viajeros se resignan a esperas todavía más largas en los aeropuertos de EE UU después del supuesto intento de atentado contra un avión de American Airlines, que puede exacerbar la ansiedad entre una población ya bastante susceptible. Muchos aeropuertos de ese país han comenzado a realizar inspecciones al azar de los zapatos de los pasajeros, que deben introducir en los escáner o entregar a los encargados de seguridad, ante el temor de que puedan contener bombas.

El sábado, un hombre identificado por un pasaporte británico como Richard Reid, de 28 años, trató supuestamente de hacer estallar un avión que viajaba de París a Miami (EE UU) mediante dos artefactos explosivos caseros que llevaba ocultos en sus zapatillas, pero dos azafatas y seis pasajeros evitaron la posible tragedia. El sospechoso está en la cárcel de Plymouth (Massachusetts) y el FBI está «analizando todas las posibilidades», según ha explicado Charles Prouty, uno de los agentes implicados en la investigación, aunque fuentes oficiales no ven conexión de ese incidente con la red Al Qaida (La Base) del terrorista saudí Osama Bin Laden.

Los atentados en Nueva York y Washington con aviones comerciales de pasajeros obligaron a un incremento de las inspecciones en los aeropuertos de EE UU, donde ahora los viajeros deben pasar tediosos controles, esperar en varias filas y presentarse entre dos y tres horas antes de que salga su vuelo. Tras el suceso del sábado, las autoridades de Aviación Civil de Estados Unidos (FAA, en inglés) han emitido una directiva en la que reclaman a aerolíneas y aeropuertos que realicen inspecciones al azar de los zapatos de los pasajeros. La FAA ha comunicado a aeropuertos y aerolíneas que extremen las medidas de seguridad para evitar que los pasajeros intenten introducir explosivos en los aviones ocultos en sus zapatos.

Richard C.Raid, detenido el pasado sábado bajo la sospecha de esconder explosivos en sus zapatos en un avión que hacía la ruta entre París y Miami, será examinado por un grupo de psiquiatras para confirmar su estado mental antes de comparecer de nuevo ante un juez el próximo viernes. El sospechoso, un hombre de 28 años, supuestamente de origen británico y de aspecto fornido, con casi dos metros de estatura y 99 kilos de peso, ha pedido que se le asigne para la audiencia del próximo día 28 un abogado defensor, cuyos honorarios serían pagados por los contribuyentes estadounidenses.

De otra parte, el metro de Washington contará a partir de enero con sensores para prevenir atentados con armas químicas, informó ayer la dirección del tren metropolitano, que ha experimentado esos aparatos desde hace dos años. Inicialmente los sensores se colocarán en dos de las áreas subterráneas y a corto plazo se espera cubrir al menos una docena o un cuarta parte de las 47 estaciones bajo tierra del metro.