El aparente suicidio de un antiguo vicepresidente de Enron que
había criticado los oscuros manejos de la empresa en bancarrota
añadió ayer drama a una historia cada vez más turbia en la que se
mezclan millonarias cantidades y la política. John Clifford Baxter,
de 42 años, fue hallado muerto ayer de un disparo en la cabeza en
el interior de un automóvil aparcado en Sugarland, un suburbio de
Houston (Texas), y junto al cadáver había una nota en la que
indicaba su voluntad de quitarse la vida, informó la policía local.
Por ello, las autoridades trabajan con la hipótesis inicial de
un suicidio, según una portavoz de la policía, que indicó que no
había indicios de violencia o de cualquier elemento que pueda
apuntar a un homicidio. En una conferencia de prensa, un portavoz
policial evitó dar detalles debido a que continúan investigando el
asunto y se limitó a decir que el coche de Baxter estaba aparcado
en una mediana «como si fuera a realizar un giro».
Conocido normalmente como Cliff Baxter, el antiguo ejecutivo de
Enron figuraba en la lista de potenciales testigos que pensaban
entrevistar los investigadores que siguen la quiebra del gigante
energético, la mayor de la historia empresarial de Estados Unidos.
La bancarrota de la empresa energética, anunciada en diciembre, es
investigada por el Departamento de Justicia, la Comisión del
Mercado de Valores y diez comités del Congreso. Baxter fue
vicepresidente de la compañía hasta su dimisión, en mayo pasado,
decisión explicada porque quería pasar más tiempo con su familia.
Enron, con sede en Houston, confirmó la muerte de Baxter en un
comunicado, en el que señaló que «estamos profundamente
entristecidos por la trágica pérdida de nuestro amigo y
colega».
La ex ejecutiva de Enron Sherron Watkins, que había avisado de
los graves problemas de la empresa debido a su elevado riesgo
financiero, señaló en una carta, fechada en agosto, que Baxter
había criticado ciertas prácticas ante el entonces presidente, Jeff
Skilling. Las audiencias de varios comités del Congreso comenzaron
el jueves y tratan de desentrañar, al igual que la investigación
del Departamento de Justicia, si Enron y su compañía auditora,
Arthur Andersen, violaron algunas leyes con una serie de medidas de
ingeniería financiera y contable para ocultar pérdidas y mantener
al alza el valor de las acciones.
Los principales directivos de la empresa vendieron sus acciones
durante 2000 y 2001 con beneficios multimillonarios, mientras que
los accionistas vieron cómo el valor de los títulos pasaba en menos
de un año de 80 dólares a algunos centavos. El caso está salpicado
de importantes matices políticos, ya que Enron fue una de las
empresas que más dinero donó a contribuciones electorales en los
últimos años, y su último presidente, Kenneth Lay, fue el mayor
donante individual a las campañas políticas del presidente George
W. Bush, desde que éste entró en política en 1993. La oposición
demócrata acusa a la Casa Blanca de haber prestado atención
especial a Enron en la definición del plan energético presentado el
año pasado y de mediar en favor de esa empresa en los problemas que
tenía con el Gobierno indio.
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