El ministro Trillo visitó Kabul. Y nosotros con él. Como en la
capital afgana hay dos ilustres hijos de Balears trabajando por la
pacificación de aquel país, nos referimos al coronel menorquín
Jaime Coll Benejam, que está al frente de la tropa española, y
López Nadal, como representante de la Unión Europea, decidimos no
ir con las manos vacías y les llevamos sendas ensaimadas que les
entregamos en el despacho del primero, en presencia de don
Federico. Eso sucedió ayer, domingo.
Fue un viaje rápido, muy bien organizado, que dio para mucho.
Durante toda la noche del sábado, a bordo de un avión de la Fuerza
Aérea Española "el mismo que utiliza la Familia Real y el
presidente del Gobierno en sus desplazamientos transoceánicos",
volamos hasta la capital paquistaní, Islamabad, a la que llegamos
con las primeras luces del alba. Inmediatamente embarcamos en un
Hércules que en menos de una hora nos dejó sobre la pista del
vetusto aeropuerto de Kabul, donde la huella de la reciente guerra
está más que patente en forma de destrucción por doquier.
A pie del avión, estaba, formada, una representación
hispano"afgana encabezada por nuestros paisanos. Coll Benejam se
cuadró ante Trillo y le dio la novedad, que realmente no fue
ninguna, pues todo está funcionando de acuerdo al plan trazado.
López Nadal, abrigo gris marengo, barba casi albina, sonrió al
ministro a la vez que le apretaba la mano. Trillo, a continuación
saludó al resto, entre ellos a un representante del Gobierno
afgano, concretamente su homólogo, quien le recibiría una hora
después en su despacho de la capital, sumida en la más completa
ruina. Mientras, el coronel Coll no se despegaba del ministro, a
quien informaba de todo.
Entre las idas y venidas pudimos hablar con el diplomático López
Nadal, quien nos dijo que estaba todavía en período de adaptación.
Y tanto, como que para adaptarse a aquello no es fácil, pues es un
país destruido con gente deambulando en todas las direcciones sin
ir en ninguna en concreto, un país en el que la mujer sigue oculta
tras el burka, en que los niños juegan entre los coches que
circulan por las polvorientas carreteras, un país en el que no hay
bares, ni restaurantes, y que al cine lo dan en afgano, donde la
cultura es nula y el futuro es más negro que la boca del lobo. Sí,
no es fácil adaptarse a eso y más viniendo de Europa. Por lo demás,
Nadal goza de un inmejorable aspecto y tiene ganas de hacer muchas
cosas.
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