Trabajadores y desempleados dieron ayer una contundente muestra de
rechazo a la política del Gobierno argentino con una huelga general
sustentada principalmente por los bloqueos masivos y las
manifestaciones de protesta que lograron paralizar la actividad
económica del país.
En medio de las advertencias de las autoridades sobre la
posibilidad de que se produzcan hechos violentos, la protesta
transcurrió en orden, con Buenos Aires y las principales ciudades
del interior del país prácticamente aisladas por los centenares de
piquetes que los manifestantes montaron en carreteras y calles.
El segundo paro que afronta el presidente Eduardo Duhalde en
casi cinco meses de gestión fue convocado por la Central de
Trabajadores Argentinos (CTA) y contó con la adhesión de
movimientos de desocupados, partidos políticos opositores, pequeños
empresarios, estudiantes y productores del campo. La CTA se nutre
principalmente de los gremios de empleados públicos y de la
educación, sectores en los que no se percibieron altos índices de
seguimiento a la huelga.
Pero el mayor impacto de la protesta se sintió en las rutas y
los accesos a las ciudades más pobladas de Argentina, cuyas calles
quedaron prácticamente sin vehículos ni transeúntes a raíz de los
bloqueos. El jefe de la CTA, Víctor de Gennaro, consideró que la
repercusión que tuvo el paro demuestra que existe «la posibilidad
de un cambio de la política» económica.
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