El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, trató ayer de
tranquilizar a la comunidad internacional y dijo que los dos
atentados del jueves, uno de ellos contra él mismo, no significan
que el país se hunda en el caos, mientras se ha realizado ya una
veintena de detenciones.
El Gobierno afgano inició las investigaciones sobre el intento
de magnicidio y sobre la explosión de un coche-bomba en el corazón
de la capital que causó 26 muertos, y ha detenido a cerca de 20
personas en Kabul y en Kandahar.
En esta ciudad sureña, antiguo bastión talibán, fuentes
oficiales confirmaron el arresto y encarcelamiento de más de una
quincena de personas, entre ellas Sayed Rasoul, encargado de la
seguridad en el antiguo cuartel del gobernador Gul Agha
Sherzai.
El ministro de Interior, Taj Mohamed, informó también de que
había sido detenido en la capital afgana el conductor del
taxi-bomba cuya explosión causó la muerte de 26 personas y dejó
heridas a más de 150. Taj Mohamed subrayó, no obstante, que el
detenido no había realizado ninguna declaración que hiciera pensar
que está implicado en el atentado más grave que sufrió Kabul desde
la caída de los talibanes a finales del pasado año.
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