Las tropas israelíes cercan a Arafat mientras las excavadoras destruyen los pocos edificios que se mantienen en pie.

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EFE-RAMALA Las tropas israelíes instan mediante altavoces a que los aproximadamente 200 hombres que se encuentran en las oficinas, las desalojen, ya que no se han rendido los veinte oficiales palestinos que requería Israel. Ultimas informaciones aseguran que el Ejército urge a esos veinte palestinos a que se entreguen «antes de que el edificio explote».

La seguridad palestina ha advertido de que en el interior del edificio que el Ejército israelí pretende dinamitar hay alrededor de veinte contenedores de gas, con lo que la explosión puede ser «dantesca» y las consecuencias que pueden ocasionar al inmueble donde se encuentra Arafat. Los residentes palestinos que viven alrededor de la Mukata han sido advertidos por los soldados israelíes para que abandonen sus casas porque la explosión que anuncian se va a producir en breve podría alcanzarles.

El ministro de Comunicación de la ANP, Yaser Abed Rabbo, comunicó anoche que las tropas israelíes estaban colocando artefactos explosivos alrededor del edificio, donde resisten unos 200 hombres, y también en el inmueble que cobija a Arafat y a sus colaboradores más cercanos. El pánico ha cundido entre la población de Ramala y aumenta la incertidumbre en el interior de la Mkata, afirman fuentes palestinas.

Arafat declaró horas antes que «está dispuesto para la paz, pero no para la capitulación», mientras que el primer ministro y enemigo acérrimo del «rais» aseguraba que en tanto no se entreguen los hombres «buscados» por Israel, el Ejército no se moverá de la sede de la Gobernación palestina.

Arafat está confinado en la segunda planta de sus oficinas tras el colapso registrado la escalera que conduce a la planta baja, por el disparo de un proyectil israelí. El piso superior a su despacho fue blanco ayer de un obús israelí, que impregnó de cal al propio presidente, quien también evitó una muerte cierta por otro proyectil que ha hecho explosión en su despacho, poco después de que el «rais» lo abandonara.