El presidente del Parlamento Europeo, el irlandés Pat Cox, se felicitó por el resultado positivo del referéndum.

TW
0
FERNANDO PAJARES-DUBLÍN Con una participación del 48'45%, nada menos que el 63% de los electores votó en favor del Tratado de Niza frente a un 37 por ciento que lo hizo en contra, de acuerdo con los datos oficiales dados a conocer ayer. La victoria del «Sí» permitirá, de entrada, que diez países de la Europa central y del este se incorporen a la Unión Europea el año 2004.

Gracias a la buena campaña del Gobierno y sus aliados; gracias a que el referéndum se celebró en un sábado -seco y soleado además-, el pueblo irlandés ha corregido el portazo que dio a Niza el 7 de junio de 2001, cuando el 54 por ciento de los votantes rechazó el documento, en una consulta que contó con apenas un 34'7 por ciento de participación.

Segundas partes que fueron buenas: el Tratado de Niza ha conseguido, en definitiva, el apoyo mayoritario de los votantes en todas y cada una de las 42 circunscripciones de la República, si bien fue más alto en las grandes ciudades -Dublín, Cork y Limerick- que en las zonas rurales del país. Para los partidarios del «Sí», no podía ser de otra manera. Apoyar el Tratado era -como bien se dijo durante la campaña- «una obligación moral». Irlanda es, al cabo, uno de los países que más se ha beneficiado de la Unión Europea desde su incorporación al entonces llamado Mercado Común en 1973.

Han pasado casi tres décadas desde entonces y este país ha tenido un crecimiento económico y un desarrollo social espectaculares, gracias, en parte, a la ayuda comunitaria. Por eso Irlanda era, y es, europeísta. Y si no lo demostró en el primer referéndum fue por la confusión y la apatía que transmitió un Gobierno abandonado a su propia complacencia.

Esta vez, el Ejecutivo y sus aliados se echaron a la calle para hacer una campaña casi puerta a puerta. Por eso la victoria es, en buena medida, un gran triunfo para el primer ministro irlandés, Bertie Ahern. Los defensores del «No» -agrupados en torno al Sinn Fein, el Partido Verde y algunos independientes- reconocieron enseguida su derrota pero acusaron al Gobierno de haber «intimidado» a los votantes y de haber gastado ingentes cantidades de dinero en la campaña.