El Banco Central Europeo, por boca de su presidente, Wim
Duisenberg, ha mandado a los mercados financieros una clara señal
de que bajará los tipos pronto para ayudar a reactivar la economía
de la eurozona. En un cambio de su política de comunicación hacia
el público, Duisenberg dijo ayer, en su rueda de prensa mensual,
que el consejo de gobierno de la entidad había discutido en
profundidad «los argumentos a favor y en contra de un recorte de
los tipos de interés».
Los observadores que siguen al BCE estaban divididos sobre la
decisión que tomaría ayer la entidad monetaria, que los dejó
inalterados en el 3'25 por ciento, tal como están desde hace justo
ahora un año. El banquero holandés afirmó estar sorprendido del
volumen de la reducción, en medio punto hasta el 1'25 por ciento,
que acometió ayer la Reserva Federal norteamericana, pero opinó que
coincide en la valoración con esa entidad sobre la incertidumbre
reinante en el mundo y la consiguiente evolución de los precios del
petróleo.
Con todo, quiso dejar bien sentada la importancia que atribuye a
la independencia del BCE, precisando que no se dejará presionar por
los políticos, los economistas o la prensa, en una alusión a las
demandas de gobiernos como el alemán que piden al banco abaratar el
precio del dinero para facilitar el crecimiento. Duisenberg comentó
que, en vista del presente entorno económico, el BCE no ve riesgos
de «presiones sobre la inflación en el futuro próximo», lo que, en
principio, allana el camino hacia un recorte de las tasas para la
última reunión del banco, el 5 de diciembre próximo.
Sobre el crecimiento económico en los doce países del euro, el
economista subrayó, que por el momento, las previsiones indican que
se volverá a valores cercanos al 2'5 por ciento durante 2003. Sin
embargo, supeditó el cumplimiento de esta meta a la recuperación
del crecimiento del consumo privado y la mejora gradual de la
economía mundial y las exportaciones, además de unos bajos tipos de
interés. El BCE cumple ya un año sin modificar los tipos de
interés. Su último cambio de política monetaria se produjo el 8 de
noviembre de 2001, con una rebaja de medio punto impulsada por la
desaceleración de la inflación en la eurozona y que secundaba el
descenso decidido días antes por la Fed.
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