Retomando su lenguaje belicoso, Bush dijo que Sadam Husein debe
cumplir con sus obligaciones para declarar y eliminar sus supuestas
armas químicas, biológicas y nucleares, pero que ha optado por
seguir desafiando las resoluciones de las Naciones Unidas. Bush ha
restado credibilidad a informes del propio jefe de inspectores de
armas de la ONU, Hans Blix, acerca de que Bagdad coopera con ellos
en las labores logísticas y de acceso a las instalaciones
supervisadas, reiterando que Irak mintió en el pasado.
Al dirigirse a los soldados que posiblemente sean desplazados a
la región, Bush aseguró que EEUU sigue prefiriendo la vía pacífica
para resolver su conflicto con Irak, pero está «listo y preparado»
para emprender una lucha, «no para conquistar a nadie, sino para
liberar a un pueblo». «Diferentes circunstancias requieren
estrategias diferentes, desde las presiones diplomáticas hasta las
posibilidades del uso de la fuerza» para proteger al pueblo
estadounidense, a sus amigos y aliados de una «violencia
catastrófica», manifestó.
A los comentaristas no les ha sorprendido que Bush escogiese
Fort Hood, lugar de fuerte tradición militar, como sitio simbólico
para lanzar otro ultimátum a Husein. Unos 25.000 soldados partieron
hace más de un decenio desde esta base hacia el golfo Pérsico.
Estados Unidos acusa a Irak de desarrollar armas de aniquilación
masiva y fomentar el terrorismo, mientras que el Gobierno de Bagdad
sostiene que Washington utiliza esta crisis como pretexto para
invadir el país y controlar su petróleo.
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