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AGENCIAS-LONDRES
El primer ministro británico, Tony Blair, está pagando un alto precio político por su apoyo a Estados Unidos en una posible guerra con Irak, pues su popularidad ha disminuido y su ambición de actuar como un puente transatlántico parece cada vez más difícil de lograr.

El último sondeo de opinión, publicado el martes por el periódico Times, arrojó un 35 por ciento de apoyo para el Partido Laborista de Blair, sólo un punto por encima de su contrincante, el Partido Conservador, y el nivel más bajo en más de diez años.

Otros sondeos muestran que la mayoría de los británicos no apoyaría un ataque a Irak sin la aprobación de las Naciones Unidas y, aun así, muchos no darían su apoyo.

«Millones y millones de personas creen fundamentalmente que el gobierno británico está equivocado», dijo el parlamentario laborista Jeremy Corbyn. «Estamos en una posición aislada tanto en Europa como en el mundo».

Un programa de televisión para conocer la opinión popular mostró la semana pasada a un primer ministro completamente ajeno al sentir del británico promedio que lo eligió. Blair se vio forzado a contestar preguntas hostiles, especialmente sobre su apoyo al presidente de Estados Unidos, George W. Bush.

La oposición dentro de su propio partido es igual de tajante. Hay molestia con el apoyo de Blair a la línea dura de Washington contra Irak y por el abismo que se ha abierto entre Gran Bretaña y grandes potencias europeas, como Francia y Alemania.

Después de casi seis años en el poder con una amplia mayoría en el parlamento, Tony Blair, de 49 años, no se amedrenta. Pero si se lleva a cabo una campaña militar, el daño al primer ministro, acostumbrado a salvar obstáculos en la escena mundial, podría ser permanente a escala nacional.