Los ministros de Finanzas del G-7 reafirmaron ayer su voluntad de
cooperar de forma más estrecha si las previsiones económicas se
debilitan aún más, en alusión a los riesgos derivados de la crisis
iraquí, pero reconocieron que no tienen ningún plan y constataron
las diferencias en su forma de abordar la ralentización. «No
tenemos ningún plan escondido» ante la eventualidad de una guerra
en Irak, indicó el ministro francés de Economía, Francis Mer, cuyo
país ejerce este año la presidencia del grupo de los siete países
más desarrollados.
Mer señaló en conferencia de prensa que los titulares de
Finanzas del G7 y los gobernadores de sus bancos centrales,
reunidos desde el viernes en París, no han elaborado escenarios
hipotéticos para afrontar posibles desarrollos de la crisis en
Irak, aunque insistió en la disposición de todos ellos para volver
a reunirse «en caliente», en función de la situación a la que haya
que hacer frente. En el lenguaje diplomático del comunicado final,
eso se tradujo en la afirmación de que los «siete grandes»
«seguiremos cooperando de forma estrecha» y «si las previsiones
económicas se debilitan, estamos preparados para responder
apropiadamente».
El secretario del Tesoro de Estados Unidos, John Snow, explicó
que al menos había consenso entre los responsables económicos en
que una rápida resolución de la crisis iraquí sería la mejor
salida, porque por el momento la situación de incertidumbre y los
posibles desarrollos constituyen un riesgo para los precios del
petróleo. Mer insistió en que «no tenemos problemas de escasez (de
bruto) en perspectiva», y que no se recurrirá a las reservas «salvo
por una ruptura del aprovisionamiento» de forma duradera. A
continuación recordó que esas reservas «no están hechas para jugar
sobre los precios», que los fija el propio mercado.
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