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El primer ministro israelí, Ariel Sharon, exigirá a los palestinos que cedan en el derecho de retorno para los refugiados, así como a sus aspiraciones políticas en Jerusalén, en unas futuras negociaciones de paz para poner fin al conflicto entre ambos pueblos. «Cualquier acuerdo de paz deberá garantizar los intereses históricos, de seguridad y estratégicos de Israel, y en primer lugar el no regreso de los refugiados palestinos al territorio de Israel, la existencia de zonas de seguridad, y la indivisibilidad de la capital de Israel, Jerusalén», afirmó ayer Sharon al presentar su nuevo Ejecutivo ante el Parlamento (Knéset).

En un discurso interrumpido varias veces por los ultraortodoxos, que por primera vez en 25 años se ven fuera de un gobierno israelí, el primer ministro aseguró que su ejecutivo «está dispuesto a hacer concesiones dolorosas» y tratará de abrir la puerta a un proceso de paz «en fases y a largo plazo» con los palestinos, pero para ello puso varias condiciones. «Antes de volver a la mesa de las negociaciones es necesario que cese el terrorismo y la incitación, que se efectúen profundas reformas en la ANP, y un cambio en el liderazgo palestino actual», subrayó.

Y agregó: «Jerusalén, la capital reunificada e indivisible de Israel, estará entre nuestras máximas prioridades, y haremos para ampliarla y desarrollarla, así como para reforzar el vínculo con ella de todo judío en Israel o en la Diáspora». La parte oriental de Jerusalén, en la que viven unos 200.000 palestinos, fue ocupada por Israel a Jordania, en la Guerra de los Seis Días de 1967 -en la que también ocupó Cisjordania, Gaza y la meseta del Golán- y es reivindicada por los palestinos como capital de su futuro Estado independiente.

Sharon presentó una coalición de la que forman parte 68 de los 120 diputados del Knéset, entre ellos los del frente derechista Likud, los ultranacionalistas Unión Nacional y Partido Religioso Nacional y el frente anticlerical Shinui (Cambio).