Al menos quince personas murieron y unas cuarenta resultaron
heridas en el atentado que se produjo ayer en la ciudad de Haifa,
el primero en dos meses que se produce dentro de este país y que
puede desencadenar una nueva ofensiva militar en Cisjordania y
Gaza.
De acuerdo con los daños que causó la deflagración, fuentes de la
policía dijeron que el terrorista suicida podía llevar una carga
explosiva de entre 50 y 60 kilos.
El ministro israelí de Defensa, Saúl Mofaz, ha convocado una
reunión con los altos mandos del Ejército y de los servicios de
seguridad para evaluar la situación.
Aun así, altos mandos militares no descartaban una operación de
represalia por el atentado, dentro de la «guerra abierta» que el
Ejército israelí ha declarado al Movimiento de la Resistencia
Islámica (HAMAS) en las últimas semanas. El atentado, el primero
dentro de las fronteras reconocidas del Estado de Israel desde el
pasado 5 de enero, se registró en un autobús de línea que se
dirigía a la Universidad de Haifa, en el Monte Carmelo, y por ello
gran parte de sus pasajeros eran estudiantes.
Poco después del atentado, Israel acusaba a la Autoridad
Nacional Palestina (ANP) y a su presidente, Yaser Arafat, por no
hacer nada para impedirlos. «El atentado de Haifa es otro
derramamiento de sangre de civiles israelíes inocentes. Israel no
tolerará este terror y continuará tomando las medidas necesarias
para erradicarlo», afirmó David Baker, portavoz de medios
extranjeros en la Oficina del Primer Ministro israelí, Ariel
Sharón.
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